La Marcha Grande por el Trabajo, concretada entre el 26 de julio y el 9 de agosto de 2000, partió desde Rosario con 320 caminantes de la Central que recorrieron más de 300 kilómetros, recolectando más de 400 mil firmas de adhesión a la propuesta de un seguro de empleo y formación para jefes de familia desocupados y un salario por cada hijo para todos los trabajadores

"La Marcha Grande fue el punto más alto de las iniciativas de la CTA", dice el actual secretario general de la organización y uno de los más fervientes y ampollados caminantes de la Marcha, Hugo Yasky.

Agrega que "fue parida desde la propia organización, desde las propias entrañas de la Central. Fue el mayor despliegue de la capacidad de articulación social que legitimó a la Central como actor clave de la realidad argentina. Cuando llegamos a la Plaza fue algo muy emocionante. Era un momento en el que el movimiento popular intuía el desmoronamiento del neoliberalismo y la desestructuración de los Estados provinciales.

Estábamos en el medio del fragor de la crisis: cuasimonedas por todos lados, ajustes salariales, recortes en las pensiones y las jubilaciones y ante golpes de timón desesperados como el corto tiempo de López Murphy como ministro de Economía.

El movimiento social estaba parado encima de una capa de hielo que cada día se hacía más delgada. Esa era la sensación", asegura. La Marcha Grande fue "un punto de palanca para salir de esa crisis con proyectos como la Asignación Universal por Hijo y el Seguro de Empleo y Formación que fueron generando una gran unidad e identificación con lo social. El piso había sido la resistencia a estas políticas, pero la Marcha Grande sirvió para construir un espacio propio, tener noción del poder político que teníamos como trabajadores. Veníamos desflecándonos en distintas batallas perdidas. La Marcha, al contrario, sirvió como una experiencia de reagrupamiento de las fuerzas del campo popular. Por primera vez la convocatoria era mayor que la suma de nuestras propias fuerzas. De tal forma que la CTA se convirtió en núcleo convocante de la sociedad en líneas generales", explica Yasky.

Añade que "esa marcha fue la legitimidad de la CTA. Porque allí nació la idea de la Asignación Universal por Hijo como algo posible y creíble para el resto de la sociedad. No fue un tema fácil, porque primero había que explicar adentro de nuestros propios sindicatos esta necesidad de generar una asignación para todos y hasta un seguro de empleo. Fue un desafío para una vieja forma de cultura política. Parecía inasible.

Sin embargo aquella marcha y ese pedido de asignación universal comenzaron a producir sentido hacia el futuro. Y hoy está presente en la Argentina y esta Asignación Universal por Hijo tiene el ADN de la CTA.

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