Por la desaparición de Cecilia Idiart declararon ayer hermana, Adriana Idiart, su ex compañero, Carlos Girart y Adelina Dematti de Alaye, Madre de Plaza de Mayo de La Plata. También testimonió “Mona” Moncalvillo

Cecilia fue secuestrada el 16 de diciembre de 1976 en su casa de la ciudad de La Plata , que compartía con su compañero y con Oscar Robustelli, secuestrado en el mismo operativo y de quien no se tuvo más noticias. Carlos se salvó por estar fuera de la casa.

Adriana Idiart relató que al enterarse de la desaparición de Cecilia su madre, Antonia Cifré, comenzó a hacer gestiones en su búsqueda, viajó a La Plata , entrevistó gente pero no tuvo noticias hasta 7 u 8 meses después. Fue la testigo quien atendió el llamado telefónico en el que se les comunicó que podían ir al visitarla al día siguiente.

A partir de ese momento se sucedieron muchas visitas, siempre en la sede de la Brigada de Investigaciones de La Plata. Cecilia decía estar muy bien y muy contenta, hasta que un día en que pudo hablar sin que la escuchara su madre y entonces contó que había sido muy torturada con picana eléctrica.

Con el tiempo las visitas se extendieron a otros miembros de la familia. Cecilia y sus compañeros de cautiverio contaron que les habían dado la opción de someterse a juicio y cumplir cinco años de prisión o salir del país, y que ellos –Idiart, Morettini, Moncalvillo, Galarza, Salamone y dos hermanos Mainer- optaron por dejar el país. El encargado de hacer todos los trámites para la salida del país era el cura Christian Von Wernich.

“Era una alegría verlo llegar porque traía noticias de mi hermana”

Von Wernich era párroco en Nueve de Julio y los Idiart vivían en Bragado. Dada la cercanía el cura visitaba con mucha frecuencia el hogar familiar. La familia se alegraba de su llegada, puesto que traía noticias de Cecilia y las noticias eran siempre buenas.

Para esa prometida salida del país la mamá de Cecilia reunió mil quinientos dólares que tuvo que pagar en cuotas, más otra suma que bastaría para que viviera un mes en Brasil hasta conseguir trabajo. Compró valijas, bolsos, todo tipo de ropa. El cura recibía el dinero y decía que “él les daba apoyo espiritual a los chicos” y que les fue cambiando su forma de pensar, “ya eran buenos chicos y por eso podían salir del país”.

Este clima se prolongó hasta que en una de las visitas faltaba una de las chicas, Liliana, que se habría ido a Chile; en la siguiente ya no estaban otros tres integrantes del grupo y finalmente un día llegaron a la Brigada , preguntaron por Cecilia y les contestaron que recién se había ido. Supuestamente habría salido del país con Morettini y Moncalvillo. Todas las averiguaciones posteriores fueron inútiles.

Se entregó en el Regimiento Siete.

Carlos Girart era el novio de Cecilia Idiart desde que ella cumplió quince años. Con el tiempo ambos vinieron a estudiar a La Plata y militaron en la juventud universitaria peronista (JUP).

El 16 de diciembre de 1976 Carlos tenía una cita de control, la cumple y al volver a su casa ve el operativo en el que se habrían llevado a Cecilia. Avisa a las familias y luego, habiendo quedado desconectado de su organización, se va a vivir al interior de la Provincia de Buenos Aires.

Cuando vuelve a conectarse con las familias se entera de que Cecilia estaba viva y le pedía que se presentara, que tenía el compromiso de que sería juzgado, tendría una condena y saldría rápidamente.

Finalmente así lo hizo. Fue a la Brigada de Investigaciones de La Plata con su madre y su tía, pero no entró. Atemorizados los tres por el panorama que allí vieron, optaron por presentarse en el Regimiento de Infantería Nº 7 de La Plata.

Las autoridades militares lo derivaron directamente al regimiento de Villa Martelli para ser juzgado por un Consejo de Guerra que lo condenó a quince años de prisión, reducidos a un tercio por su presentación espontánea.

Girart caracterizó a Von Wernich como el nexo con el que su suegra se comunicaba, alguien que se había ganado su confianza. “Mi suegra estaba absolutamente convencida de la palabra de Von Wernich. Yo tenía una visión más política, pero la fe es la contención de la gente y contra eso no se puede”.

Adelina de Alaye: “Por un compromiso ético y moral me tocó ser la voz de Antonia Cifré de Idiart”

A continuación prestó declaración Adelina Dematti de Alaye, Madre de Plaza de Mayo de La Plata y fundadora de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos La Plata. Adelina trajo al Tribunal la carta que Antonia, mamá de Cecilia Idiart, escribió denunciando la situación de su hija.

Dice la carta que Cecilia quedó detenida el 15 de diciembre del 76, en calle 13 entre 80 y 81. Durante siete meses ignoramos si vivía. El 13-7-77 llamó ella por teléfono anunciándonos que estaba muy bien en la Brigada de Investigaciones de La Plata , calle 55 N 930, que estaba muy bien y que podíamos ir a visitarla. Vivía allí con seis compañeras que estaban en la misma situación. Mis hijos y yo íbamos todas las semanas a visitarla, las autoridades de ese lugar nos dijeron que para mayor seguridad les aconsejaban salir del país y que los sacarían ellos.- Esto ocurrió el 30-11 del 77. Desde ese día no tuvimos una sola noticia ninguna de las siete familias.

A continuación denuncia a los responsables de la situación: “Las autoridades que en ese momento atendían el caso fueron: el Señor Páez, Jefe de la Brigada , el Señor Etchecolatz, Director de Investigaciones de la Jefatura de la Policía , el Padre Cristian Capellán de Policía residente de la Parroquia de la ciudad de 9 de Julio Buenos Aires. Este sacerdote es el que tramitó documentos y pasaportes para que pudieran viajar.-Firma Cifre, Antonia Cifre de Iriart, Belgrano 955 Bragado 6640 Buenos Aires”.

Alaye contó también que tomó contacto con la familia Moncalvillo. Fue la esposa de Domingo Moncalvillo quien le contó que habían reunido una importante suma de dólares para que su hijo pudiera salir del paìs.

Finalizó su exposición con una emotiva reflexión final acerca del papel de la iglesia argentina que, según dijo “jugó un papel horrible”. “Hubo iglesias católicas como la chilena, la brasileña y la uruguaya, que tomaron parte por el pueblo. La iglesia nuestra no nos abrió la puerta, nos dejaron a la deriva y sin contención. Después descubrimos también que muchos hombres de la jerarquía bendecían las armas y acompañaban los interrogatorios” , denunció.

“Mona” Moncalvillo denunció que Von Wernich participaba de las sesiones de tortura

La situación de Domingo “el Mono” Moncalvillo no fue muy distinta de la que vivió Cecilia Idiart. Desapareció el 18 de diciembre de 1976 y en marzo del año siguiente su familia comenzó a tener noticias. Poco después se iniciaron las visitas.

También Moncalvillo tuvo oportunidad de contar a solas que había sido estaqueado y muy torturado, en la ingle, en la pierna, tenía los talones en carne viva, cuatro meses después de haber sido secuestrado, lo que le sembró la certeza de que había sido torturado durante muchísimo tiempo.

En las entrevistas, recordó la testigo, su hermano le contó que un sacerdote les brindaba asistencia espiritual, a lo que la periodista le preguntó qué significaba hacer asistencia espiritual en medio de la tortura.

“Se superponía lo terrible de la tortura física y lo abyecto de llegarle por el lado espiritual, porque aunque una persona no tenga creencias, se aferra a la fe y allí volvía a horadar Von Wernich. Trataba de entrar por cualquier constado sensible, para sacar la información que no le habían sacado en la tortura”.

Dijo la testigo que su hermano le reveló que Von Wernich estaba presente en las sesiones de tortura.

También relató los preparativos para la presunta salida del país y que su padre reunió una considerable suma de dinero para financiar la reunión de documentación. En una visita, el “Mono” les mostró los documentos que le habían hecho, con sus datos personales pero sin fotografías: “tuve una sensación de las peores”.

Llegó el tiempo de la supuesta partida y nunca más tuvieron noticias. Mucho después su padre supo que alguien había ingresado a Uruguay con el documento a nombre de su hermano.

Finalmente hizo referencia a la declaración del ex policía Julio Emmed, quien relató las circunstancias en que Moncalvillo, Morettini e Idiart fueron asesinados, de lo que tomó conocimiento en 1984 a través de la CONADEP.

“Von Wernich era un enviado del diablo”

María Inés Arbio, esposa del desaparecido Domingo Moncalvillo, relató las circunstancias de su secuestro y de cómo meses después volvieron a tomar contacto con él.

Las visitas primero fueron espaciadas, después más frecuentes. Estaban con él y a veces con el grupo. Algunas veces pudo llevar a su hijo. “Estuve muy feliz de verlo porque el impacto familiar era muy grande”.

Contó que su esposo tenía agujeros en los pies, ingle, brazos, en el pecho. Habían sido torturados él y sus compañeros.
Arbio vio al sacerdote Von Wernich en las visitas y lo describió como “un tipo muy carismático”. “Fue un personaje siniestro”, agregó, porque se relacionaba con las familias como si fuera un er bondadoso que daba aliento a las personas detenidos.

“El estaba ahí, era como su casa, entraba, salía, hablaba con los familiares, juntaba la plata. Nos agarraba a todos con la guardia baja, todos queríamos que esto llegue a feliz término”.
“Era un enviado del diablo”.

Arbio ratificó que según su esposo el cura represor presenciaba las sesiones de tortura.

Visitó a su sobrina en la Brigada y juntó el dinero para que se vaya del país.

Stella Gómez de García del Corro relató sus visitas a María Magdalena Mainer y de qué manera fue objeto de la exigencia de dinero para facilitar la salida de su sobrina del país.

El intermediario en este caso fue el represor conocido como “el francés”. En las entrevistas con su sobrina ésta le manifestaba estar bien y contenta, pero “a veces ponía alguna cara”.
Nunca pudieron hablar a solas.

Después de una visita, cuando habían caminado algo más de cien metros vieron cómo subían a los secuestrados a una camioneta.

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