El párroco de Trenque Lauquen que dijo no saber nada de los desaparecidos y que nunca conoció a Von Wernich quedó detenido por falso testimonio. Se trata de un testigo promovido por la querella unificada CTA-APDH. Además declaró el premio Nóbel de la Paz que recordó haber intentado acercarse a la Iglesia pero nunca obtuvo resultados. También pidieron la detención de los ex funcionarios judiciales de la dictadura militar. Y brindó testimonio Rubén Dri reconocido filosofo y teólogo

El fiscal federal Carlos Dulau Dumm solicitó la detención del párroco de Trenque Lauquen Pedro Traveset, por falso testimonio. El pedido se gestó tras un careo que se realizó entre el sacerdote y el testigo Daniel Rossi sobre el destino del estudiante universitario Carlos Eduardo Lugones, desaparecido en 1976.

Traveset declaró el lunes pasado que jamás había hablado con Von Wernich de su labor como capellán y que nunca supo de personas desaparecidas, torturadas o asesinadas por la dictadura militar. Además negó haber conversado con Rossi -en aquella época- sobre el paradero de Lugones.

Pero en el careo entre ambos, Traveset incurrió en contradicciones varias a punto tal que, luego de un largo interrogatorio reconoció haber conversado con Von Wernich sobre los desaparecido.

Los abogados y familiares, que participan del juicio, expresaron su preocupación por la posibilidad de que el sacerdote de Trenque Lauquen hubiera sido presionado antes de declarar. El testigo fue propuesto, en común de acuerdo, por la querella unificada de la Central de los Trabajadores de la Argentina de la provincia de Buenos Aires (CTA) y la Asamblea Permanente por los Derechos del Humanos La Plata (APDH).

“Un sobreviviente de los vuelos de la muerte”

El premio Nóbel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, recordó que, como titular del Servicio Paz y Justicia (SERPAJ), intentó durante la dictadura militar "motivar a la Iglesia para que nos ayudara en la búsqueda de los desaparecidos", pero admitió que nunca logró resultados.

Recordó, asimismo, que en 1984 mantuvo un encuentro con el Papa Juan Pablo II, a quien entregó un informe con el detalle de 84 niños desaparecidos. "No fue una reunión feliz", recordó el premio Nóbel y dijo que el Papa "hizo un recibimiento muy frío y me dijo que también me tenía que ocupar por los chicos de los países comunistas".

En otro tramo de su testimonio, recordó otra reunión que mantuvo con Pío Laghi, quien se desempeñaba como nuncio apostólico, para "pedirle ayuda y me contestó que no podía hacer lo que los obispos argentinos no quieren hacer".

No obstante, Pérez Esquivel aclaró que hubo excepciones dentro de la Iglesia, y mencionó el accionar de los obispos Jorge Novak y Miguel Hesayne.

Por otra parte, se autodefinió como "un sobreviviente de los vuelos de la muerte", y contó un episodio ocurrido el 5 de mayo de 1977, cuando lo sacaron de una dependencia de la Policía Federal y lo llevaron al aeropuerto de San Justo.

"Me encadenaron en el asiento de un pequeño avión, sobrevolamos con militares el Río de La Plata, el Paraná de las Palmas, el Paraná Mini, la Isla Martín García, parte de la costa uruguaya, y por radio reciben una orden y me regresan a la base aérea de El Palomar", recordó.

Antes del testimonio de Pérez Esquivel estaba previsto que declararan los funcionarios de la dictadura militar Alberto Rodríguez Varela, Roberto Durrieu y Jaime Smart, pero esos testimonios no se realizaron ante el pedido de detención formulado por una de las querellas por "estar involucrados en el secuestro y tortura de Jacobo Timerman".

Un filosofo y teólogo

El último testigo de la fecha fue Rubén Dri, un experto en cuestiones de filosofía y teología quien realizó importantes precisiones acerca de la actitud de la iglesia católica frente a la dictadura y las obligaciones de los capellanes militares y policiales.

Dri era sacerdote en Resistencia, Chaco, hasta que en 1975 el accionar violento de la Triple A lo obligó a dejar su ministerio y volver a Buenos Aires, desde donde se exilió en 1976.

En México, junto a otros sacerdotes, elaboró un documento que hicieron llegar a Monseñor Primatesta haciéndole saber a la jerarquía eclesiástica argentina que en el exterior se conocía la realidad de asesinatos y desapariciones que se vivía en el país. Pedían de la iglesia que exigiera a la dictadura la publicación de los nombres de los desaparecidos. Nunca recibieron una respuesta.

En otro orden de preguntas, el religioso explicó que no es posible confesar a una persona de otra religión, que tampoco es lícito recibir una confesión en presencia de terceras personas y que no existe la confesión tácita, argumentos en su momento vertidos por el cura Von Wernich para refugiarse en el secreto que le permite su estado de sacerdote.

Un punto culminante en su declaración fue la tajante afirmación de que obispos como Tortolo y Medina sostenían una teología de la muerte y que no se puede ejercer ningún tipo de actividad pastoral en un centro clandestino de detención: “es algo totalmente aberrante, yo no puedo hablarle de Dios a un hombre que está en cautiverio”.

Comentar este artículo