América Latina vive vientos de cambio y esa aldea de dignidad que es Cuba ya no resiste sola al imperio, sino que cada vez más se multiplican en Venezuela, Brasil, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Uruguay, Chile y Argentina, los avances de los pueblos más allá de las contradicciones y particularidades de cada caso y de los poderes que continúan persistiendo.

Vivimos un momento de disputa política donde los trabajadores y el pueblo argentino podemos avanzar en la transición hacia un país más justo democrático e igualitario. En cierta medida, el gobierno nacional es expresión de esta etapa de cambio, dando lugar a mejoras institucionales y a una regulación estatal que - aunque tenues desde una perspectiva histórica - demuestran el viraje de timón en las políticas neoliberales que durante 30 años nos llevaron sistemáticamente al peor abismo de nuestra historia argentina. La profundización de estos avances depende fundamentalmente de la capacidad que tengamos para organizar nuestra fuerza, entendiendo que hoy la disputa se da incluso desde el terreno institucional donde están interviniendo organizaciones y compañeros del campo popular.

Pero el poder político y económico continúa firme, dominando con armas letales como el hambre en los pibes, la pobreza que causa enfermedades, la desocupación que bajó a costa del aumento en el trabajo no registrado y la precarización, mientras que la recaudación pública y las ganancias de la cúpula empresarial rebasan todos los records, aumentando la desigualdad.

Y como si esto no fuera suficiente, los más reaccionarios aplican la represión y muerte como en el caso del compañero Carlos Fuentealba. Pero además de estas armas, el poder cuenta con la difusión de la cultura individualista y la violencia entre pobres, que impone por los medios de comunicación con mucho éxito. De esta manera, el neoliberalismo impregna también a nuestro pueblo y a nuestros jóvenes que a veces frente a tanta desolación no encuentran otra forma de comunicación mejor que las adicciones o la violencia física y verbal entre ellos. Este año, esa violencia absurda se cobró la vida de nuestro compañero Pascual Arce, militante de un asentamiento del conurbano bonaerense que sacaba a los pibes de “la vagancia”.

El dolor y la bronca que causan estos flagelos lo tenemos que transformar en organización y lucha para combatir estas armas del poder. Pero los trabajadores tenemos otros medios para combatir: mientras ellos tienen armas que matan, nosotros, los trabajadores, luchamos con herramientas. Las herramientas no matan, crean, dan vida. Las propuestas políticas que elaboramos los trabajadores son herramientas para transformar nuestra realidad en una que sea más digna para nuestra clase y nuestro pueblo. Esas herramientas son la redistribución de la riqueza, la Democracia y la Soberanía que nos permitan el trabajo digno, las políticas públicas en salud, educación, cultura, derechos humanos, vivienda, servicios públicos, modelo productivo y otras que vamos a debatir en las comisiones. Pero además tenemos la más maravillosa de las herramientas que es la solidaridad de nuestra clase trabajadora que en los barrios, las empresas recuperadas y en los ámbitos de trabajo resistieron la miseria planificada y que hoy comienza a levantar la cabeza para reclamar lo que corresponde.

En este encuentro provincial de juventud de CTA vamos a aceitar esas herramientas para avanzar en los procesos de cambio. Pero también vamos a organizar a los jóvenes que vamos a empuñar esas herramientas, difundiendo y comunicando nuestro trabajo para fortalecernos y tomar confianza, formándonos en la historia de nuestra clase para ganar experiencia y no cometer los mismos errores, y elaborando un plan de acción concreto que permita sumar a mas compañeros para doblegar en las relaciones de fuerzas a los sectores dominantes que viven del privilegio a costa nuestra.

La disputa es dura, pero las armas de la clase dominante (tan afiladas durante los `90) comienzan a desgastarse y herrumbrarse, y como dijo el poeta: “el genio se ha salido de la botella” y recorre toda América Latina reafirmando con más fuerza nuestra confianza y compromiso en ese lema entrañable de la tradición rica de nuestro movimiento obrero:

“sólo el pueblo salvará al pueblo”.

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