El 20 de Marzo de 2003, comandados por Estados Unidos a la cabeza, comenzaba el descarnado ataque de los países imperialistas al pueblo de Irak. Los argumentos de la invasión eran detener la producción de armas químicas, de destrucción masiva (que nunca se encontraron), combatir el terrorismo y derrocar el gobierno de Sadam Hussein, quien paradójicamente fue apoyado por EEUU en su ascenso. Todas estas fueron excusas para ampliar la hegemonía militar de EEUU en el mundo, apropiarse del petróleo en medio oriente e intentar reactivar la economía a través del desarrollo del complejo industrial militar, aumentando los presupuestos en defensa y repartiendo los supuestos negocios de la reconstrucción de Irak.

Estos verdaderos objetivos, intentaron realizarlos a través del bombardeo, la matanza y sometimiento de la población civil de Irak, eliminando y mutilando mujeres, niños jóvenes y ancianos y destruyendo hospitales, escuelas y fábricas que hasta el día de hoy continúan sumiendo en la miseria a toda la zona, demostrando claramente que el imperialismo nunca tiene fines humanitarios o democráticos cuando interviene militarmente. Los resultados están a la vista: hoy más del 25 % de los trabajadores está desempleados, más de la mitad de los médicos fueron abatidos por la guerra, la capital Bagdad sólo percibe luz eléctrica durante 8 horas diarias en promedio, las muertes, los robos y secuestros se multiplican en este clima de inseguridad.

La misma doctrina impulsó Estados Unidos en América Latina con el Plan Colombia como cabecera de playa para avanzar en la militarización del continente. Los ataques del Presidente Colombiano Alvaro Uribe a las FARC en territorio Ecuatoriano confirman esta política de avasallamiento que intenta meter una cuña para frenar el proceso de unidad de los pueblos de América Latina.

Desde la Comisión de Juventud de la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur repudiamos la invasión imperialista a Irak, así como todas las intervenciones militares y masacres que avanzan sobre la soberanía y la autodeterminación de los pueblos del mundo. En este sentido, exigimos el inmediato retiro de las tropas de ocupación de la OTAN del territorio iraki, en especial las de Estados Unidos, cuya política represiva genera el repudio de todo un pueblo aterrorizado por los tanques y gendarmes que controlan la zona.

Los únicos beneficiarios de este genocidio son las grandes empresas privadas del petróleo y las industrias fabricantes de armas y equipos militares, que con su avidez de lucrar con la vida, amenazan con destruir a la humanidad. Para frenar esta locura, somos los jóvenes trabajadores quienes más tenemos que luchar por una vida digna para nuestros pueblos y las generaciones venideras, denunciando y boicoteando a estas empresas multinacionales y a todas las que lucran a costa de la explotación y la miseria de los trabajadores.

Para ser verdaderamente Humanitarios, necesitamos que todos los millones de dólares que gastan en los presupuestos militares y que la riqueza de los países centrales se distribuya para generar mayor igualdad entre los pueblos y acceso a la alimentación, el trabajo, la salud, la educación, la vivienda, y la cultura para todos los trabajadores del mundo.

Con la unidad de nuestra clase trabajadora, otro mundo es posible.

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