En 1994 se creó el Sistema Integrado de Jubilaciones (Ley 24.241). Nacieron las AFJP. En estos 12 años y medio el sistema de capitalización manejó más de 93.000 millones de pesos. Cuatro veces más que el dinero que gasta el Estado en jubilaciones y pensiones. El 27 de febrero de 2007, los diputados hicieron ley la reforma previsional que abrió el camino para volver a reparto.

“De que me sirve pasarme al Estado si tampoco me va a dar ninguna seguridad. Por lo menos en la AFJP me van diciendo cuánta plata tengo. Y cuando llegue el momento de jubilarme veré que hago ¿Vos viste lo que cobran los jubilados?”, contestó un señor de traje a la joven que unos minutos antes le había entregado un volante de la CTA.

Ella lo miró y se sonrió. Claro. La respuesta no era sencilla. Actualmente las jubilaciones de nuestros viejos no superan la canasta básica y los aumentos vienen en cuentagotas por la supuesta obra y gracia de algunos funcionarios de turno.

Pero ese señor, que dentro de unos años dejará de trabajar, no sabe que esos ahorros que cree propios son utilizados cada día por los bancos que manejan las Administradoras de Fondos de Pensión para comprar títulos de deuda pública o destinarlo a otras inversiones y negocios bursátiles. Y tampoco que nunca será consultado sobre cual es el mejor destino de su dinero, aunque reciba en su casa todos los meses un “resumen de cuentas”. No lo sabe él, ni los más de 11 millones de trabajadores cautivos de las AFJP.

“Mire que si no lo hace ahora tiene que esperar 5 años. Y en el 2012 usted ya tendrá más de 55 años, ¿no? Ya no podrá volver a reparto. Es ahora o nunca”, contestó la joven. El señor, que había retomado su andar cansino, se frenó bruscamente. La duda se apoderó de él. Y muy a pesar suyo resolvió volver hacia ella para preguntar. Así se enteró que el plazo para pasarse vence en diciembre de 2007 y que el trámite se puede hacer por Internet. Y no pudo ocultar su bronca al descubrir que la joven sabía mucho más que él.

Negocio redondo

En algún rincón de la Argentina hay un militante de la CTA entregando un material de la campaña de difusión para que millones de trabajadores vuelvan a ser parte del sistema público de jubilación. En Rosario, una mujer embarazada se animó a preguntarle a su abuelo cuánto cobraba a fin de mes. El viejo sin dudarlo le contestó: “La mínima y una compensación. Pero por lo menos cobro. A mi compadre la AFJP lo dejó sin plata y tuvo que ir al Anses para tramitar una ayuda”.

Sorprendida, la mujer se quedó pensando en su futuro y el de que está por venir. Ella recibe todos los meses un sobre de alguna AFJP. Pero en estos doce años ya la cambiaron varias veces de compañía, y nunca le consultaron. Y para colmo estuvo un tiempo desocupada. “Entonces no sé si voy a jubilarme. Y los sobres parecen como si vinieran de un banco. Para mi que es mentira que hay dos sistemas. Tal vez el viejo tenga razón y lo más seguro siga siendo el Estado”, reflexionó.

Es verdad. En Argentina no hay dos sistemas por los cuales optar. La única manera de jubilarse es a través del sistema público de reparto, ya que las AFJP son un ahorro particular. Es como abrir una cuenta en un banco, no importa si es estatal o privado. Un día inventan un corralito y perdemos todo lo que ahorramos.

Actualmente hay en nuestro país cinco AFJP que concentran el 80% del negocio. Ellas son Orígenes, Met, Consolidar, Máxima y Nación. O lo que es lo mismo: Banco Provincia, Metropolitan Life Seguros, BBVA, HSBC y Banco Nación. En definitiva, son cuatro bancos y una compañía de seguros los que administran el futuro de miles de argentinos.

Desde 1994, cuando el tándem Menem – Cavallo nos vendió el nuevo sistema como otra puerta para entrar al primer mundo, hasta el 2006, las administradoras recaudaron algo más de 93.000 millones de pesos. Cuatro veces la cantidad de dinero que el Estado gasta en jubilaciones y pensiones de todo el sistema de Seguridad Social. De todos esos fondos, el 33% se lo apropiaron como gastos de comisión. Más de 30 mil millones de pesos apropiados en sus empresas de seguros por fallecimiento o invalidez, en gastos comerciales y administrativos y en ganancias puras declaradas por las administradoras.

Al otro 67%, las AFJP lo invirtieron fundamentalmente en bonos del Estado, al que le cobran una tasa de interés del 16% anual, cubierta con deuda que hoy estamos pagando todos los argentinos ¿Acaso no es una estafa?

Volver

“Tengo 53 años. Aporté 12 años al Estado y desde 1994 a una AFJP. Por mi trabajo, de tarea riesgosa, me puedo jubilar a los 59. Mis fondos rondan los 50 mil pesos y mi sueldo los 3.000. Si me paso al Estado, ¿me permitirán jubilarme en seis años?”, pregunta el lector de un matutino cordobés.

Cómo él, hay millones pensando o preguntándose qué es lo que les conviene hacer.

Las AFJP ya lanzaron su campaña. Así como en los años festivos de la década del 90 mostraban a una pareja de ancianos paseando en bicicleta y sonriendo, hoy intentan convencernos de que siguen siendo la única garantía para cuidar nuestros ahorros. No dicen que durante todos estos años muchos empresarios y multinacionales enviaron a sus trabajadores a una AFJP sin previa consulta. O que hay cientos de casos de reclamos por falta de información. Tampoco les interesa mucho explicar porque, de los 11millones, sólo 4 millones y medio aportan regularmente.

Y ni hablar de los que no están, los que se cayeron del mapa. Los que están en negro, los que viven de la changa, o los que cobran un plan de empleo no aportan en ningún lado. Y mañana no podrán jubilarse. Por eso volver a reparto también significará que muchos trabajadores puedan discutir el modelo previsional y de seguridad social que necesitamos.

Por último un dato. Con los fondos que manejan y manejaron estos años las AFJP se podrían haber aumentado todas las jubilaciones en 27% cada uno de estos últimos doce años. Esto quiere decir que una jubilación mínima que empezó con 200 pesos ahora podría ser de 860. Con un sistema público fuerte y en crecimiento, los aportes de cada trabajador en actividad se convierten en un fondo común para pagar los haberes a los actuales jubilados. Y mañana, otros se jubilarán con los aportes de nuevos trabajadores. Por eso es un sistema solidario.

Y por eso la campaña de la CTA. Porque la opción, aunque muchos quieran disfrazarla con palabras como libertad o seguridad, sigue siendo la misma de todos estos años: el Estado o los Bancos.

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