Pascual se la rebuscaba arreglando techos, mientras luchaba por un presente más justo. Soñaba con un país con trabajo digno para todos. Era solidario, organizaba a los pibes del barrio, saludaba y hablaba con todos y todos lo querían. Todos menos algunos, que sumidos en la miseria y la falta de expectativas, quieren llevar a los demás hacia “la vagancia”, de la que nunca se prendió ni Pascual ni los que seguiremos su ejemplo.
Pascual era parte de esta Central. Desde que se acercó al espacio de la Juventud de la CTA, allá por el 2000, coordinó emprendimientos productivos para sus compañeros, copas de leche para los más chicos, participó de cuanta movilización fuera convocado realizando las pintadas de nuestra bandera provincial y la de la juventud de Avellaneda (esta última permaneció colgada en su velatorio). Pero además, se daba tiempo para cuidar a su madre, a su familia y a sus sobrinos, a quienes llevaba a la escuela y a jugar.
Su crimen fue perpetrado en la esquina de su casa, frente a algunos amigos de Pascual, y los autores son vecinos del barrio. Cuando fueron a realizar la denuncia, la policía conjeturó que Pascual “andaría en algo raro”, criminalizándolo y convirtiéndolo de víctima en victimario. - “Que, ¿los pobres no tenemos derecho a hacer una denuncia?” - reclamaron sus amigos. Frente a la hostilidad policial ante a tamaña situación, la indignación y el dolor colmaron la paciencia de los vecinos que quemaron la casilla del agresor.
Porque en esos barrios donde la Policía (cuando se trata de defender los derechos de los pobres) dice que no puede hacer nada (mientras que sí puede cuando secuestran al pariente de un empresario) los jóvenes son empujados a la violencia y a las peleas entre bandos.
Pero es desde el Estado que se debe intervenir para frenar toda esta violencia y esta locura, encontrando a los agresores para juzgarlos y hacer justicia. Porque si no se interviene, no hay justicia y eso genera más dolor y abre las puertas a la justicia por mano propia, multiplicando la tragedia.
Es el Estado quien debe intervenir para que no pasen más casos como el de Pascual, porque en una sociedad que no es capaz de darle un futuro a los pibes, no se valora ni la propia vida, ni mucho menos la de los demás.
Es el Estado, reorganizando a su policía para que defienda al pueblo en vez de reprimirlo, el que tiene que desterrar las armas, el crimen, las drogas y los transas de los barrios.
Es el Estado quién debe intervenir para devolver una vida digna a todas las familias para darle un futuro a los pibes que permita recuperar los lazos solidarios.
Desde la Juventud de la CTA seguiremos peleando junto a Pascual para cambiar el Estado entre todos y exigir que el Gobierno realice las acciones necesarias para garantizar que no haya impunidad, que haya justicia y un futuro cierto para los niños, niñas, adolescentes y jóvenes de nuestras barriadas.
Pascual Arce. Presente!
*Secretario de Juventud de la CTA provincia de Buenos Aires