(Por Martín Bidan, Director de Prensa CTA Buenos Aires) Más de 20 mil jujeños salieron a la calle para respaldar a Milagro, luego de la maraña de acusasiones falsas, calumniosas, injuriosas y despreciables que el senador Morales disparó desde su banca (legislativa y mediática, siempre amparado en sus fueros, claro). Cabe preguntarse, entonces, de dónde viene tanto encono.

La excusa fue un escrache del que no participó (ni fue organizado ni propuesto por) Milagro Sala. Por eso mismo, fue una excusa que podría haber sido cualquier otra, real o inventada. Lo cierto es que en el esquema ideológico del acusador, Milagro no encaja: es negra, india, pobre y mujer, un cuadro que completa haciéndose cargo de su historia a través de la militancia transformadora. Inaceptable desde todo punto de vista para el senador Morales y para todo el coro de alcahuetes mediáticos que intentan convertirla en la culpable de todos los males de Jujuy, por lo menos.

Entrar al Barrio Alto Comedero de Jujuy no da la sensación de estar rodeado de una banda narco-mafiosa. Muy por el contrario, lo que se ve es (en primer lugar) trabajo. No sólo por las casas que se construyeron hasta donde llega la vista, sino también por la textil, la bloquera, la planta siderúrgica, que dan trabajo a miles de personas. Pero adentrándose un poco más, se puede encontrar también un laboratorio de análisis clínicos. Las propias enfermeras de la sala cuentan que del Hospital público mandan muestras para analizar allí, porque es más avanzado.

Esa obra, producto de la organización popular (no sólo de Milagro, pero también de ella), deja al desnudo la propia incapacidad (por lo menos) del senador Morales. Porque si para que en Jujuy los pobres se puedan hacer análisis complejos tiene que existir un laboratorio de la Tupac, significa que a los que gobernaron (y gobiernan) la provincia nunca les importó la salud del pueblo. Jamás mejoraron el laboratorio del Hospital público. Si para que miles de jujeños tengan trabajo y vivienda digna tienen que existir las cooperativas de la Tupac, es porque a los que gerencian el Estado jamás les interesó ocuparse de esos problemas.

El senador Morales no se puede lavar las manos: es responsable de la situación de sus coprovincianos, y forma parte de la tropa neoliberal que asoló a nuestro país. Fue, ni más ni menos, que Secretario de Desarrollo Social de la Nación desde julio de 2000 hasta agosto de 2001. Le molesta que esa responsabilidad quede en evidencia, porque nunca rindió las cuentas que tanto exige a Milagro.

Pero hay algo más que le molesta al senador Morales y a los suyos. Milagro encarna la posibilidad de organizarse libremente para tener una vida digna. Es la demostración cabal de que un pueblo organizado no necesita del clientelismo, porque puede tomar el presente y el futuro en sus manos, sin delegar. Si ese ejemplo se sigue esparciendo, si toma cuerpo en la Constituyente Social que crece día a día, si fortalece un modelo de organización como la CTA, el senador Morales pierde su razón de ser. Tanto él como otros de su misma calaña necesitan justificarse presentándose como los que se ocupan del futuro de nuestra patria. De lo contrario, tienen que asumirse como lo que son: simples representantes de los intereses de grupos concentrados.

No es de extrañar, entonces, la prensa que ha tenido (y que tiene) el senador Morales. Las empresas periodísticas que por poco tiempo más (aplicación de la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual mediante) manipulan oligopólicamente la información, también necesitan demonizar a Milagro y a toda organización popular.

Pero ahí está ella, resistiendo. Y con ella, están todos los tupaqueros, tupaqueras y tupaqueritos. Con ella, senador Morales, estamos todos nosotros.

Comentar este artículo