Creo que hay que retomar esa historia, porque nos critican mucho lo que después vivimos a lo largo de los últimos años. Hubo dictaduras, hubo esa transición y ese golpe tremendo del neoliberalismo que hizo que particularmente dos países de América Latina retrocedieran en el término de 5 años más que lo que retrocedió en el resto: Argentina y Venezuela.
De ahí venimos y de ahí viene la crisis también de representación de la política en nuestros países. Recuerdo que por entonces había leído un trabajo hecho en Washington donde estudiosos del Banco Mundial planteaban lo siguiente: que no era tan importante lograr la adhesión de las mayorías a las políticas neoliberales, como lograr la indiferencia de las mayorías que tenían que sufrir las políticas neoliberales. Ellos decían “los partidos políticos que aplican nuestras recetas tienen que renunciar a la idea de que pueden haber manifestaciones populares en apoyo al programa del ajuste. Pero sí tenemos que aplicar los pasos necesarios para que exista indiferencia, el pueblo no participe y se acepte como único destino posible la gobernabilidad que nosotros imponemos a los pueblos de Latinoamérica.
Y creo que esta es la razón profunda de los la crisis de los partidos políticos en nuestro país. Cuando surge en nuestro país la alternativa, que supuestamente representaba el menemismo, que se oponía en teoría a Angelóz que venía con el lápiz gordo al ajuste, en realidad lo que hizo el menemismo fue asumir de la A hasta la Z ese programa del neoliberalismo. Y esto produjo una ofensiva y un crecimiento de los movimientos sociales que vivimos una etapa de resistencia, peleando contra la enajenación. Es decir, el neoliberalismo impuso una agenda de despojo, de destrucción de las conquistas del movimiento social, de los trabajadores. Creo que esa lucha de resistencia generó las condiciones para esta etapa que hoy estamos viviendo. Creo que ese es el rango común en toda la región de América Latina.
Es precisamente el hartazgo ante la explotación, ante la violencia económica y en términos materiales de estos gobiernos que generaron no solamente un tremendo retroceso en términos sociales, sino fundamentalmente el vaciamiento del sentido de la política. Creo que hoy, en esta etapa que estamos viviendo, tenemos una oportunidad histórica, quizá irrepetible. Y es por eso que tenemos que garantizar que esto perdure, que no termine en un agotamiento, en una decepción. Tenemos que garantizar que no puedan dividir a este frente que se esboza con contradicciones, pero muy claramente en América Latina y que tiene un denominador común: haber roto la hegemonía de las políticas del neoliberalismo. En nuestros países se terminaron las relaciones carnales con el imperio y a eso nosotros lo tenemos que defender a muerte.
Ahora tenemos una gran amenaza: la de no poder avanzar en lo que planteaba Carlos Heller. Porque no basta, una vez generada como en el caso de la Argentina, un proceso de desenganche de las recetas que proponía el Fondo Monetario Internacional, que generó el crecimiento económico. Porque hoy cuando muchos dicen de la bonanza de los precios internacionales y que la coyuntura externa es la que explica el crecimiento económico. No señor. Si en este país, con la misma bonanza externase hubiesen puesto en práctica las políticas del campo mundial que trataron que se impusieran, estaríamos pasando hambre igual que el que pasábamos.
Ahora esto lleva a una etapa de crecimiento económico, un ciclo inédito de 5 años en nuestro país. Y creo que llegamos a un punto en el que chocamos con otra realidad. Acá la teoría que la copa se llena y después desborda, la realidad demostró que es falsa. La copa se llena y siempre las paredes de la copa crecen y nunca el desborde es el que los pueblos necesiten. Para que la copa derrame, se tiene que inclinar. Para que la copa se incline, tiene que existir políticas públicas que garanticen que el Estado juega a favor del pueblo. Pero esas políticas públicas no se las podemos exigir ni a Lula, a Chávez, a Evo Morales, ni a Kirchner como un decreto divino que van a firmar y van a fijar. Porque el neoliberalismo sigue existiendo, tiene intacto su poder, y siguen tratando de recuperar terreno. En Bolivia, Argentina, Venezuela y todos nuestros países.
Y esto requiere un papel del campo popular que es clave: generar las correlaciones de fuerza sobre la base de organización popular que permita avanzar en la disputa por la distribución de la riqueza. Esa es la agenda del movimiento social en Argentina. No es más revolucionario el que repite lo que dicen los manuales. Hoy ser revolucionario significa organización popular.
Creo que ninguno de nosotros puede pensar que por decreto o que simplemente en un acto de voluntarismo estas cosas cambian.
No va a haber distribución de la riqueza si no hay organizaciones populares en condiciones de pelear. Y cuando nosotros hablamos de movimientos sociales ya no hablamos de ese “onogeismo” que inventó el Banco Mundial para tener una sociedad civil eunuca que aceptara con la cabeza gacha simplemente dedicarse a pasarle un poco de detergente a los pingüinos o repartir un poco de comida a los barrios pobres. El mandato de los movimientos sociales es la organización popular que pueda imponer la agenda de la distribución de la riqueza. Así como en los 90 hubo una agenda del despojo y nos tuvo a nosotros en la resistencia, el 2007, esta parte de este siglo que se inicia tiene que tener una agenda de distribución. Y la tenemos que construir con la lucha de los movimientos sociales y populares. Creo que ninguno de nosotros puede pensar que por decreto o que simplemente en un acto de voluntarismo estas cosas cambian. Tenemos que pasar de la resistencia a la ofensiva. Tenemos que construir una nueva síntesis política.
Con autonomía, conciencia de clase, capacidad de definir las metas que tenemos que ir logrando y fundamentalmente con capacidad de generar una nueva síntesis, porque no tiene que haber contradicción entre la organización política partidaria y el movimiento social. El movimiento social tiene que premiar de contenido, de agenda, de posibilidad de disputa a la organización política.
Y creo que esa es la tarea que tenemos en este momento: organizar la fuerza para que la lucha por la dignificación de nuestro pueblo, por la distribución de la riqueza, un nuevo modelo de propiedad, una nueva matriz distributiva, una nueva forma de entender la construcción de la sociedad no desde las manos del mercado, sino desde las manos del pueblo y con una concepción solidaria, pueda ser posible. Este es el desafío y este es el momento histórico posible. Muchas gracias.