“Mi esposo trabaja en una quinta”, relata Blanca Escudero. “Y le puedo decir que al rural lo dejaron atrás. Los grandes van, se ponen de acuerdo con las patronales y nosotros seguimos siempre con el reuma, dolor de huesos, problemas de salud, nos pega, el frío, el sol, la lluvia... por eso le pedimos al Estado que se haga cargo, sino estamos terminados, porque hoy no tenemos derecho ni a una triste jubilación”.
Blanca es una de las tantas trabajadoras que se acercaron al plenario del SITRE, realizado en la sede de la CTA-provincia de Buenos Aires, a pesar de la distancia y otras tantas dificultades. “A veces cuesta organizarse porque la gente está cansada, golpeada de tantas mentiras”, observa. “Pero también sé que si le cumplen, el obrero responde. Por eso vengo acá. A ver si se puede hacer algo”.
El plenario estuvo coordinado por el secretario general del gremio, Victoriano “Tocho” Torres, acompañado del abogado Oscar Espinosa y el secretario gremial de la CTA La Plata-Ensenada Carlos Guanciarrosa. “Si los señores empleadores están tan decididos a reclamar sus derechos”, arengó Torres, “nosotros también queremos reclamar los nuestros. Y que se entere además el gobierno, el Ministerio de Trabajo, que hay compañeros que piden a gritos inspecciones, tenemos compañeros enfermos, porque están curando las plantas o cosechando hortalizas sin el sueldo ni la protección que corresponde”.
“Yo trabajo en el sector frutihortícola”, relató Pedro Fleita. “10 horas por 30 pesos en negro. Estoy acá porque creo que tenemos derecho a ganar un sueldo en blanco de acuerdo al costo de vida. Estamos medio malhumorados por el problema agrario, porque los trabajadores no fuimos convocados por la parte patronal, y el combustible, la carne, aumentan día a día mientras nuestros sueldos siguen iguales. Que lo vea el gobierno, los patrones, a ver cómo ganamos un poco más. Yo tengo 58 años y no quiero terminar viviendo de changas”.
Timoteo Cuenca trabajó 20 años en un vivero, hasta que por una lesión en la rodilla lo dejaron en la calle: “Hace tres años que estoy así”, relata, con el par de muletas a un lado. “Me dejaron abandonado”. “La ART no le cubrió nada”, interviene Isolina, su mujer, “no pudo cobrar ni el fondo de desempleo. Yo me acerqué acá por intermedio de un conocido, y hace dos meses estoy recorriendo los campos y afiliando trabajadores, por la dignidad de mi marido pienso seguir trabajando con SITRE. Porque así como lo dejaron a él, mi hijo más grande está trabajando en un vivero y no quiero que le pase lo mismo”.
“Estamos en la lucha, tratando de salir adelante y de conseguir la personería gremial. Estamos tratando de afiliar, de ser cada vez más compañeros”, agrega Saracho, integrante de la comisión directiva del gremio. “Yo trabajo en el sector avícola, y los principales problemas nuestros son la seguridad laboral los salarios, que estamos muy bajos, no respetan el convenio, nada. Los patrones se reúnen en un club y fijan los salarios y las formas de trabajar. Sin embargo de repente ellos paran, cortan rutas, cosa que el obrero muy escasamente ha logrado en muchos años. Hace poco veía en la televisión a un productor que se quejaba porque la presidenta dijo que la gente que fue a apoyarlos con la cacerola en Plaza de Mayo era gente pagada, y el dirigente decía que no, que eran hijos y parientes de ellos que estaban estudiando en la Capital. Y yo decía ¿Cómo ellos tienen para pagarle semejante estudio al hijo y no tienen para pagarle un sueldo digno al peón? Yo creo que es porque no quieren que el peón estudie, porque no quieren que se avive”.