Ellas pudieron. Tenían que poder. Detrás de los barrotes, las más de 1500 presas de la cárcel de Villa Devoto durante entre el 73 y hasta el 84, inventaron un mundo que las alejaba -aunque tan fuera mínimamente- de la opresión de la celda, de la oscuridad de cada día, de la incertidumbre constante, de esa soledad que sólo encontraba consuelo en la mirada de una compañera. Eran docentes, amas de casa, profesionales, mamás, obreras, que tenían entre 14 y 70 años y fueron acusadas de “subversivas”, “infiltradas”, “terroristas”, “comunistas”, “bolches”.
En la cárcel, ellas no sólo construyeron un idioma, una rutina alegre, un lenguaje sin palabras que llevaba la esperanza, sino que también escribieron un libro para que su historia se conozca, para que ruede por el mundo y enseñe a las nuevas generaciones. Un libro que construye memoria en cada página y no se queda con las ganas de emocionar profundamente.
“Nosotras, presas políticas”, obra de 112 mujeres, quienes vivieron durante años la experiencia de no ser dueñas ni de sus actos más íntimos, fue recientemente presentado en el hall de la Municipalidad de Necochea por seis de sus escritoras: Silvia Echarte{{}}, Beatriz Serrano, Graciela Suárez, Mery Roldán, Elba Perrone y Blanca Becher.
La ceremonia contó con la presencia de numeroso público y con el apoyo de CTA Necochea, Asociación Bancaria Necochea, Centro de Estudios Programáticos Arturo Jauretche, Suteba Necochea y el Cenáculo, entre otros. Además, fue declarado de Interés Público por el Concejo Deliberante y de Interés Municipal por el Departamento Ejecutivo.
Las palabras
Aníbal Del Prado, ex preso político y secretario gremial de CTA Necochea fue el responsable de dirigir las palabras al público, señalando, en primera instancia, la existencia en el mismo hall de la placa que recuerda a los necochenses desaparecidos en la última dictadura, mencionando que “ellos siempre están presentes en cada acto que realizamos”.
Continúo detallando que “rechazamos de plano la teoría de los dos demonios, el calificativo que hemos recibido de ser “víctimas inocente” y cierta interpretación sobre los años 70 que parece reducirlos sólo a una cuestión de violencia, como si la violencia política en Argentina hubiera caído del cielo en ese momento, y no tuviera causas muy concretas históricas, políticas, sociales y económicas”.
“Pertenecemos a una generación que nació a la vida política al calor de acontecimientos nacionales e internacionales como la revolución cubana, la resistencia peronista, la persecución de los movimientos sociales en Argentina y América Latina, el Mayo Francés, la derrota de Vietnam, que nos llevaron a luchar por los objetivos de patria libre y soberana para unos; liberación nacional y social, para otros; patria liberada y marcha hacia el socialismo; o cambio en paz o como sea”, dijo el secretario gremial de CTA Necochea.
También recalcó que se trató de “una generación que, por diferentes caminos, vías y métodos tenía el objetivo común de construir una patria más justa, más independiente, soberana y con justa distribución de la riqueza, objetivos que todavía hoy tienen plena vigencia”.
Las protagonistas
Sobre quienes escribieron “Nosotras...”, Del Prado contó que “fueron detenidas a partir del 73 o 74 y permanecieron largos años en prisión, mientras muchos de nuestra generación vimos surgir una luz de esperanza en mayo del 73, que poco a poco fue apagándose con hechos como Ezeiza, el Navarrazo, la Triple A y con la existencia de patotas sindicales que salían a casarnos cuando éramos oposición en algunos gremios. Acciones que tuvieron su ensayo general con los suceso de Villa Constitución, cuando por primera vez la alianza entre empresarios, militares y sindicalistas descargó todo el peso de la represión sobre un pueblo que se había movilizado en defensa de sus intereses.
En esa ocasión se secuestró, se puso pecio y se torturó a centenares de dirigentes sindicales. El caso más alevoso fue el de la Unión Obrera Metalúrgica y del Smata, que durante el golpe de Estado prestaron su colaboración para que comisiones gremiales internas enteras fueran desaparecidas o detenidas”.
Del Prado recalcó la importancia y el ejemplo de las 112 compañeras, quienes durante 7 años trabajaron intensamente, luego de la propuesta de Mariana Crespo, quien no llegó a ver el trabajo terminado y consideró que “quien haya sufrido el encierro por razones políticas sabe que el principal enemigo no es la tortura, ni siquiera la muerte, sino el aislamiento, la soledad, que si no se enfrentan con la solidaridad y la unidad de los compañeros, llevan indefectiblemente al quiebre”.
“Las compañeras relatan en este libro, justamente, las herramientas que usaron para combatir la soledad, generada por un enemigo que lo tiene a uno a su merced, por lo que el deber ineludible era, más alla de la entereza física, -aunque no se trataba de firmeza física, sino ideológica- resistir en cada uno de los mínimos actos que se podía. Esa era la única forma de volver del infierno con dignidad. Ese era el único camino, el que transitaron estas compañeras”, dijo.
Emocionado, Del Prado concluyó mencionando que “el 21 de julio de 1976, hace 30 años, subía por primera vez esa escalera el general Ibérico Saint Jean, gobernador bonaerense.
El general que prometió exterminarnos, quien dijo que primero había que matar a los subversivos, después a los simpatizantes y, finalmente, a los indecisos. Saint Jean estuvo en este lugar y ahora no sé dónde estará, no sé si vive, pero hoy, acá, 30 años después, estamos nosotros presentando este libro. Y como dijo Atahualpa: Con nosotros nuestros muertos, para que nadie quede atrás”.
El libro
“La idea de escribir el libro fue de una compañera que ya no está con nosotras, Mariana fue quien impulsó que utilizáramos como documento histórico las cartas que escribimos en la cárcel. Fue un trabajo de 7 años, leímos cerca de 4.500 cartas, archivos de diarios y hubo un equipo de coordinación”, contó Graciela Suárez.
La primera presentación del material tuvo lugar en la última edición de la Feria del Libro, en la ciudad de Buenos Aires. Beatriz Serrano cuenta que “fue una emoción impresionante, no sólo porque teníamos capacidad para 300 personas y fueron 700, sino por el reencuentro con compañeras que hacía muchísimos años que no veíamos. Fue una alegría inmensa”.
“Este libro es un aporte más a la memoria, sobre todo para la gente joven, porque en aquél momento poca gente sabía sobre la cantidad de mujeres presas, ya que se hablaba más de los compañeros”, dijo Graciela Suárez.
En las casi 500 páginas de “Nosotras...” fluyen las historias de quienes vivieron la cárcel, tan sólo, por pensar diferente, por comprometerse a militar en pos de un proyecto de país más justo.
En sus párrafos, se deslizan, una tras otras, las vivencias de más de 1500 mujeres: el casamiento con el compañero que todavía hoy la acompaña, el cuidado de sus bebés, la actuación de un coro durante una misa en la capilla de la cárcel con todas las peripecias para ensayar en la ducha o para que todas aprendieran el Gloria Dios, los horrorosos traslados para llegar a Devoto, el castigo de una celadora a una presa acusada de llevar en su bolsillo un perrito de pañolenzi... y así sigue.
La esperanza, inquebrantable, construyó un mundo dentro de otro. Hizo que fuera cierta la ilusión en una habitación diminuta, con 2 cuchetas, la humedad chorreando por la pared y el hoyo de la letrina al lado. Ellas no se dieron por vencidas nunca y hoy, 30 años después, sus historias recorren el país. En cada párrafo cuentan que no fue en vano, que otro país es posible, que la entrega por un sueño no es cosa del pasado.