Distintas organizaciones sociales, docentes y educadores populares de la provincia de Buenos Aires e integrantes de la CTA-Bonaerenses dieron su presente en el Foro Mundial de la Educación donde se debatió el rol de la escuela pública y sus amenazas, los derechos humanos, la pobreza y la inclusión social

El Foro Mundial de Educación que se desarrolló la semana pasada en la Ciudad de Buenos Aires agitó el tablero educativo nacional. En efecto, los temas tratados fueron la Educación, la Inclusión y los Derechos Humanos.

El Comité Ejecutivo fue conformado, nada mas y nade menos, que por Abuelas de Plaza de Mayo, el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas, el Laboratorio de Políticas Públicas, la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina.

Y entre los panelistas estuvieron Estela de Carlotto, Abuelas de Plaza de Mayo; Hugo Yasky, CTERA; Alberto Sileone, Ministro Educación de la CBA; Daniel Filmus, Ministro de Educación de la Nación; Jorge Telerman, Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires; Emir Sader, Laboratorio de Políticas Públicas, Brasil; Eduardo Murúa, presidente del Movimiento Nacional de Empresas Recuperada. Además estuvieron representantes de sindicatos docentes internacionales.

La presencia de docentes, educadores populares y dirigentes de distintas organizaciones sociales bonaerenses reafirmaron la voluntad de que la educación en la provincia de Buenos Aires debe estar al servicio de la población.

La síntesis del Foro Mundial de la Educación estuvo en boca del secretario general de CTERA, Hugo Yasky, quien pronunció un contundente discurso de apertura que a continuación se transcribe en forma completa:

“En primer lugar quiero agradecer la presencia de compañeras y compañeros de lucha de los sindicatos y de las organizaciones populares de América Latina. Los compañeros de Uruguay, hermanos de muchos años de lucha, los compañeros de Chile que sufrieron la dictadura de Pinochet la municipalización de la educación, la privatización y hoy siguen de pie, peleando, recuperando derechos. Los compañeros de Cuba, los compañeros de Brasil, los compañeros de Venezuela, nuestros hermanos de Bolivia, de Perú, de Nicaragua.

Quiero expresar también el saludo fraternal a todas estas compañeras y compañeros trabajadoras y trabajadores de la educación, que hace más de dos días, empezaron el largo viaje que los trajo a la Capital Federal, para protagonizar este encuentro. Compañeros de Formosa, de Misiones, de San Juan, de Mendoza, de Córdoba, de Entre Ríos, de Río Negro, de Tierra del Fuego, de Tucumán, de San Luis, de La Pampa, de Santa Fé, de Buenos Aires, de Capital.

Compañeras y compañeros de organizaciones sociales y populares. Decirles gracias por esto que es una asamblea de militantes que entendemos que hay un solo camino para garantizar la vigencia absoluta del derecho a la vida, del derecho al conocimiento, del derecho a la alimentación, del derecho a la salud, del derecho al disfrute de la cultura, del derecho a sentirnos seres humanos. Un solo camino, y es la organización popular. Nosotros venimos acá a aprender, a escuchar, a intercambiar experiencias. A tratar de profundizar nuestro conocimiento de la realidad, pero no para tener un diploma más colgado en el aula. No para tener algo que acredite que estuvimos haciendo un curso de capacitación. Venimos a tratar de profundizar nuestro conocimiento de la realidad, para transformarla.

Para estar en condiciones de convertir a cada escuela y a cada organización popular en un frente de esta lucha que es imprescindible contra enemigos que son poderosos. Y que van a tratar de frenar una y otra vez, esta ansia de liberación que hoy vuelve a caminar por América Latina.

Para nosotros es un orgullo que haya hoy un Evo Morales en Bolivia que dice: "Los recursos naturales de este país son para este pueblo que sufre miseria y hambre". Pero es también un orgullo que haya presidentes de América Latina que en lugar de confabularse y ser títeres del imperialismo, como lo fueron durante años muchos de nuestros gobiernos, levantando la mano contra Cuba, bancando golpes militares, bancando persecuciones. Es un orgullo que hoy se reúnan estos presidentes de América Latina elegidos por pueblos libres, para discutir de qué manera se resuelven las contradicciones que tenemos.

Porque si algo necesitan nuestros pueblos, es mantener la unidad de estos procesos de avance popular en la disputa con ese gran enemigo que pretende seguir gobernando por encima de nuestros gobiernos. Y en esto no nos podemos engañar. Arancibia, Requena, Marina Vilte, los seiscientos cuarenta y cinco desaparecidos docentes, los 30 000 desaparecidos, fueron asesinados porque se estaba construyendo en la década del setenta, una correlación de fuerzas que hacía que aquellos que entonces detentaban el poder económico vieran amenazados sus intereses. Ésta fue la razón de ser del golpe de Estado en la Argentina. No la defensa de los valores occidentales y cristianos, que no tenían nada de occidentales y cristianos los asesinos que se enseñorearon en los países de América Latina. No la defensa de la democracia ni la defensa de la libertad. La defensa de los privilegios de aquellos que eran socios del imperialismo yankee y de los grandes grupos que manejaban la economía del mundo que querían acallar a los pueblos de América Latina, que estaban encaminándose a una nueva independencia.

Y éste es el camino que retomamos hoy. Y esto está estrechamente vinculado a la disputa por el conocimiento. Cuando dieron el golpe, pusieron en la mira primero a la Escuela Pública. Cuando dieron el golpe, prohibieron el derecho de los docentes a agremiarse. En Argentina, en Chile, en Brasil. Cuando dieron el golpe, prohibieron libros que hablaban de nuestro pasado. Prohibieron libros de poesías. Prohibieron libros donde se trataba de correr los velos que durante mucho tiempo ellos mantuvieron.

Este golpe militar fue un golpe tremendo para la Escuela Pública. Y los que vinieron después con el proyecto neoliberal a instalar en este país la naturalización de la pobreza. Los que vinieron a tratar de convencernos que nos íbamos a eyectar al primer mundo exportando materia prima.

Los que vinieron a retrotraernos de nuevo a ese viejo proyecto de las oligarquías locales, sabían, también, que tenían que destruir la Escuela Pública. Porque necesitaban mano de obra barata. Porque necesitaban clientelismo político. Porque necesitaban sumisión. Porque necesitaban silencio.

Y ésta fue la impronta y la matriz, el patrón de reformas educativas que se hicieron en Argentina, en Chile, en Brasil, en Colombia, en Venezuela, en México. Toda América Latina, en la década de los noventa, sufrió reformas educativas que pusieron al maestro en el banquillo de los acusados. Pretendieron culpabilizar a quienes estábamos en las aulas, del problema de la deserción escolar, del problema del fracaso escolar. Y esas reformas educativas, que nos las vendían como la fórmula para eyectarnos al primer mundo globalizado, tuvieron todas una misma característica: ajustar los salarios de los trabajadores de la educación, terminar con los presupuestos educativos, restarle recursos a la Escuela Pública y generar circuitos diferenciados para que en esta Argentina moderna, como ellos decían, hubiera educación de primera para los que iban a mandar, y hubiera una educación deteriorada, sin ningún horizonte, para aquellos que tenían que obedecer.

Nos trataron de hundir el pie en el pecho. Trataron de negarnos los saberes que se generan desde la práctica docente. Trataron de negar una cultura de escuela pública que existe en la Argentina. Trataron de convencernos de que para opinar de educación, había que ser tecnócrata.

Trataron de hacer creer a la comunidad que el docente simplemente tenía que ser un objeto a reformar, un objeto a reconvertir y nos pusieron la zanahoria delante del hocico, como al burro, para que fuéramos a competir entre nosotros por la búsqueda del cargo, de la hora cátedra, o de la escuela que se abría.

Para ello proscribieron la palabra del docente, en eso que fue una tremenda embestida contra la Escuela Pública. Hoy estamos en un proceso de ofensiva para recuperar la educación, como un derecho social. Nunca más la escuela como mercancía. Por eso nosotros lo hemos firmado con los Ministros de Educación de Brasil y de Argentina. Hemos dicho: no a la integración de la Educación en los tratados de libre comercio. La educación no es una mercancía, es un derecho social.

Decimos no al intento de naturalizar la desigualdad. Nosotros no podemos aceptar que el hijo del campesino del Chaco, que el hijo del que trabaja en el quebrachal de Formosa, que el hijo del misionero, que el hijo del salteño, que el hijo del correntino, no tengan exactamente el mismo derecho en el acceso al conocimiento y a un pensamiento liberador, que puede tener el pibe que vive en la capital.

Los derechos que no se garantizan por igual para el conjunto, no son derechos, se transforman en privilegios. Nosotros decimos: El Estado Nacional y los Estados provinciales tienen que ser los garantes imprescriptibles del derecho social a la educación. Y decimos: Las trabajadoras y los trabajadores de la educación deben participar en la construcción de una escuela que erradique el autoritarismo, de una escuela en la que se forje conocimiento y pensamiento crítico para transformar la realidad. Debemos ser constructores de una epopeya educativa porque necesitamos el conocimiento como un arma fundamental para luchar por la distribución de la riqueza. Es absolutamente justo devolverle al docente su condición de sujeto, a condición de que la recuperen también nuestros alumnos. Ambos, alumnos y docentes, sujetos históricos de pleno derecho de la Escuela Pública, como decía Paulo Freire.

Y para eso necesitamos la organización popular. Lo decía clara y sencillamente nuestra entrañable, nuestro ejemplo vivo, nuestra compañera Estela Carlotto. Nosotros no podemos depender de ningún dirigente, por más honesto que sea. No podemos depender de ningún gobernante, por mejor intencionado que sea. La diferencia la hace la organización popular. CTERA no es nada, si los docentes de todo el país no están organizados y en pie de lucha. Lo mismo no es nada ningún gobierno de América Latina, si el pueblo no está organizado y dispuesto a defender, cada una de las conquistas, cada uno de los avances que se pueden lograr.

Ahí está, del otro lado, pero encima de nuestras cabezas, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial, las agencias multinacionales que reproducen las noticias del modo que ellos quieren, las corporaciones multinacionales, el Grupo de los siete, las alianzas militares. Ese es el gobierno que gobierna por encima de todos nuestros gobiernos. Eso es lo que hay que enfrentar. Y a esto lo enfrenta, solamente, el pueblo organizado. La sociedad civil. La organización popular. Éste es el compromiso que tenemos que construir.

Cuando nosotros logramos, después de años de lucha, la sanción de una Ley de Financiamiento Educativo, en nombre de volver intolerable la desigualdad, en nombre de decir el mismo derecho por igual trabajo para el que está en el norte y para el que está en el sur. Cuando logramos poner de nuevo al Estado como garante de ese financiamiento educativo, estamos definiendo políticas públicas que van apuntalando nuestros avances.

Y en este camino, en el día de ayer, hemos iniciado la cuenta regresiva de algo que constituye una bandera de lucha histórica del movimiento docente argentino, y que es la derogación de la Ley Federal de Educación.

Pero compañeras y compañeros, necesitamos garantizar la participación masiva de los docentes y de la comunidad educativa para que podamos definir el carácter público, democrático y popular del proyecto educativo que exprese la etapa que hoy transitamos.

Debemos construir colectivamente la propuesta que le dé forma, junto con otros sectores de la sociedad, junto con otros trabajadores, junto con los estudiantes, junto con los padres de nuestros alumnos, junto con las organizaciones populares, junto con el resto de los partidos políticos, a la necesidad de plasmar en una Ley las bases de un proyecto educativo nacional que nos devuelva, no este rompecabezas roto de que cada provincia hace lo que puede o lo que quiere, sino un país educativamente hablando, para decirle a los argentinos otra vez volvemos a ser una Nación, otra vez volvemos a tener un horizonte sustentado en la igualdad en el acceso al derecho social a la educación.

Éste es el desafío que tenemos por delante. Nosotros no queremos, ni vamos a consentir, cambios faciales. No queremos maquillaje de lo viejo. Queremos definir, en esta Argentina, en este siglo XXI, en esta América que se está poniendo de pie, las condiciones, los requisitos, los recursos, los ámbitos de participación, los ámbitos de gobierno con participación de los docentes, de los padres, para que se garantice el derecho social a la Escuela Pública en todo lo que esto significa: inicial para todos nuestros chicos, escuela básica, escuela secundaria completa, un docente revalorizado para que pueda ser el constructor, de igual a igual con sus alumnos, de los conocimientos. Y sobre todo, la idea de que la Escuela Pública adquiere su sentido, cuando está preñada de compromiso social con el pueblo.

Nunca más la falacia de que la educación es para, sofisticadamente, darle conocimientos en circuitos diferenciados a las minorías. Nunca más la idea de que la educación es para resignar y disciplinar en la exclusión social a las mayorías. Por una educación que sea arma de libertad. Por una América Latina que sea capaz de seguir de pie como está hasta hoy. Por la Escuela Pública. Por nuestros compañeros que lucharon para que hoy podamos estar acá.

Los saludo a todos ustedes y digo: VAMOS POR MÁS. Creo que la Argentina, creo que Bolivia, que Uruguay, que Brasil, que Venezuela, que Cuba estamos para ir por más, y necesitamos la hermandad de nuestros pueblos. Gracias y fuerza para seguir en esta etapa de la lucha”.

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