El hambre es un crimen. Hay que detenerla. Si o si. Porque en nuestro país no faltan ni alimentos, ni platos, ni madres, ni médicos, ni maestros, faltan en cambio la voluntad política, la imaginación institucional, la comprensión cultural y las ganas de construir una sociedad de semejantes que asegure a cada niño argentino las oportunidades vitales para que se desarrolle saludable y pueda crecer con dignidad.

el hambre es un crimen

El 70% de la población total del país menor de 18 años, o sea nueve millones y medio de niños, se encuentran viviendo en la pobreza, la mitad ya casi no come. Más de cien niños se mueren por día -menores de 5 años- por causa de pobreza. Cuando hablamos de mortandad infantil no solamente debemos incluir a los niños que se lleva la muerte sino también a los niños dañados -para siempre- física, intelectual y emocionalmente antes del nacimiento de las palabras.

El hambre es un crimen que aniquila el prodigio de la vida. Debe ser detenido. Si o si. Los niños son el más noble patrimonio de la sociedad argentina. Los niños son de todos, si comen o no comen, si van a la escuela o la abandonan, si lloran más de lo que ríen. Es deber moral y político de toda la sociedad modificar este estado de cosas. La Argentina tiene hoy la responsabilidad moral, cultural y política de dar a cada niño una vida que merezca ser vivida.

Sin una infancia sana, amasada y entera es impensable una Argentina mejor. Porque un país que condena a sus niños a las mínimas posibilidades de desarrollo es un país que se condena a sí mismo. Un país sin un proyecto específico para la infancia es en sentido estricto un país sin proyecto.

Nuestra única deuda es honrar los niños. Texturas del futuro.

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