Por Victorio Paulón para El Cohete a la Luna

El hecho político más importante posterior a la concentración del 9 de Julio fue el triunfo de los maestros de Chubut. No hay dudas que a las luchas sectoriales son potenciadas por las grandes movilizaciones populares. Desde hace varias semanas veníamos señalando que esta huelga estaba cerca del final y así sucedió. Si bien el acuerdo logrado no satisface en un 100 % el pliego de condiciones con el que se lanzaron a la huelga, los resultados obtenidos satisfacen mayoritariamente a los docentes y en eso reside el triunfo. Resistieron durante meses en condiciones muy duras y lograron un acuerdo con las bases en condiciones de seguir peleando, en eso se mide el resultado de toda lucha defensiva.

Esta huelga se solapó con la de los docentes neuquinos, su desarrollo fue similar y la resistencia desplegada se le parece, también la política llevada adelante para lograr un fuerte apoyo de la comunidad dejando a los respectivos gobiernos provinciales en situación de aislamiento. Asimismo los favoreció el sostén político de la CTERA y del amplio espectro del movimiento sindical que resiste al macrismo. Traer el escenario patagónico a la cuna del gobierno mediante los paros nacionales y las marchas en la capital fue uno de los aciertos más importantes de la CTERA conducida por Sonia Alesso.

En Rio Negro, Chubut y Neuquén impactó fuerte la política de privatizaciones de la etapa menemista. Los despidos de trabajadores petroleros fueron masivos y allá nació el congreso patagónico que nucleaba a los sindicatos que resistían esas políticas. Ese agrupamiento tuvo mucho que ver con el nacimiento de la CTA y del movimiento piquetero. Cutral-Co fue el símbolo de la lucha en esa etapa, Teresa Rodríguez fue su primera mártir y se expandió a distintas zonas del país y se hizo fuerte en el Conurbano. A políticas oficiales calcadas con carbónico se corresponden las respuestas de los trabajadores con mayor potencia aún. La lucha se plantea en terrenos conocidos y la experiencia siempre se acumula. Dos triunfos de esta característica a los que se puede sumar el de los mineros del carbón de Rio Turbio en la lejana Santa Cruz, para entender que estamos frente a una resistencia creciente que frena el ajuste.

El sindicato de Obreros y Empleados del Azúcar de San Isidro (S.O.E.A.S.I.) cuyo secretario general es Mariano Cuenca, anunció el triunfo de la resistencia al cierre de ese establecimiento decidido por la antigua patronal de origen peruano. Están a la espera de que los nuevos propietarios tucumanos anuncien la fecha del inicio de la zafra. En sus palabras se explica el proceso: “Esto es una victoria de la esperanza, de la lucha, de no bajar los brazos en un momento aciago para los trabajadores de todo el país sometidos a despidos masivos, cierres de empresas e intentos de recorte de sus derechos laborales”. Mientras esperan la reunión con la nueva patronal, insiste que “buscaban esta salida” y atribuye el triunfo de los trabajadores a la combinación de “paciencia y firmeza con el apoyo de todos los que confiaron en ellos. Así como en sus propias fuerzas convertidas en solidaridad activa que se manifestó en las rutas y en las calles defendiendo nuestro trabajo y nuestras familias”. El ingenio más antiguo del país sigue vivo.

Hay un hecho que quedó definitivamente establecido con los triunfos recientes y es que quienes saben resistir con estrategias de largo aliento y construir la solidaridad necesaria y el apoyo político que conlleva esa práctica terminan triunfando. Cuando se generaliza la consigna de que “a Macri se le puede ganar”, la dificultad del gobierno para aplicar el programa pactado con el FMI a espaldas del pueblo se multiplica.

El malhumor creciente del poder económico ante la lentitud de la marcha del programa de ajuste por un lado y la creciente resistencia a esas políticas pone al gobierno en una situación muy complicada, sin capacidad de construir una salida política, sin voluntad de cambiar el rumbo económico y viendo partir al coro de obsecuentes que lo adulaban hasta aquí. Ya no puede ocultar la soledad que lo rodea.

El macrismo y su brutalidad ajustadora ponen nuevamente sobre la mesa la vieja bandera de la unidad del movimiento obrero. El proceso de ambas CTA encabezadas por Hugo Yasky y Pablo Micheli se encamina hacia una confluencia estratégica.

En la CGT, por su parte, sigue pendiente el viejo dilema abierto por aquella traición que acompañó el genocidio laboral del menemismo. La memoria de la unidad quedó vinculada a la lucha, la movilización y la resistencia. Su búsqueda apela a aquella estrategia en la que los trabajadores se sentían fuertes y el movimiento obrero protagonista de la arena política. Eso explica los movimientos internos que se operan al interior de la central histórica. Los gremios industriales como la UOM, el SMATA, los del transporte como la Unión Ferroviaria y pilotos aéreos junto a la Corriente Federal y el moyanismo buscaban imponer una nueva conducción en el congreso convocado para el 22 de agosto. El gobierno a través del Ministro de Trabajo hizo saber a la actual conducción que pretende la continuidad del triunvirato hasta el final de su mandato. Gordos e Independientes optaron por esa posición y el 22 no habrá Congreso ni elección de autoridades sino apenas una reunión de secretarios generales en la que, si se cumplen los compromisos, podría elaborarse un plan de lucha. La sociedad lleva un ritmo distinto y no puede descartarse que la CGT se fracture y el primer grupo confluya con las CTA para constituir un polo sindical capaz de confrontar abiertamente con la política económica actual. Así lo han dejado entender los Moyano, Yasky y Sergio Palazzo. Ese cambio de rumbo puede definir el destino de esta etapa.

Mientras sigue firme la resistencia de los despedidos de Télam, en la semana se produjeron hechos importantes en el terreno de la Justicia. El fiscal Gabriel De Vedia se pronunció a favor de la reincorporación de los despedidos y el juez Martinez de Giorgi, que entiende en la causa, deberá fallar acerca de la legalidad de la ocupación de las instalaciones de la agencia por parte de sus trabajadores. Cuenta en sus manos con un informe de la policía que habla de una ocupación pacífica, no de una usurpación. De fallar en ese sentido, la posibilidad de un desalojo violento por parte del gobierno no sería posible y las medidas de fuerza estarán encuadradas legalmente. Hernán Lombardi y Rodolfo Pousá concurrieron finalmente a la comisión de trabajo de la Cámara de Diputados. Una vez más repitieron su discurso público adaptado a la situación. Evitaron hablar de razones políticas o gremiales y guardaron silencio cuando se les preguntó por qué no aplicaron el procedimiento de crisis que podría haber economizado el monto de las indemnizaciones, o haber despedido con causa. Ninguna de estas preguntas obtuvo respuesta alguna. El costo político que entraña potencialmente implicaría el alejamiento de ambos funcionarios. La política funciona en base a ciertas lógicas que, cuando se transforman en “logias”, dificultan su interpretación.