1956-1976: la misma violencia por Norberto Galasso

Los fusilamientos de junio de 1956 ofrecen tantas analogías con la represión desatada veinte años más tarde que puede considerárselos un anticipo del genocidio y no como una simple exageración en la que incurrió un gobierno provisional "de mano dura", en una época de fuertes tensiones sociales. Se trató, en ambos casos, de la instalación del terror como condición para impedir toda resistencia ante la reconversión económica decidida por los grandes poderes nativos y extranjeros.

La coincidencia es aún mayor si se observan los métodos represivos y el grado de crueldad empleado. Porque la conspiración cívico-militar de 1956, encabezada por el general Valle había sido infiltrada y el gobierno supo con antelación dónde y cómo iba a estallar la rebelión. Pudo haberla abortado pero prefirió dejarla avanzar para aplicar un severo "escarmiento". Por esta razón, el general Aramburu— quien había viajado en avión, el 8 de junio a Santa Fe— había dejado firmado el decreto de Ley Marcial, pero su promulgación se demorará para esperar el levantamiento. Cuando se produce, ya están encima las fuerzas represoras y, salvo el coronel Oscar Cogorno, en La Plata que copa el regimiento y recién es apresado el día 10, los rebeldes son detenidos de inmediato. Este "dejar hacer" para luego actuar con celeridad represiva genera una contradicción: los insurrectos ya están detenidos cuando, horas después, se decreta la Ley Marcial que, por tanto, no les es aplicable, dada la irretroactividad de la ley penal. Sin embargo, se los fusila, violando las disposiciones que la misma dictadura ha sancionado, lo cual evidencia que el proyecto no es "restablecer el orden", sino matar.

Por otra parte, la Ley Marcial establece que a todo perturbador se le hará juicio sumarísimo para determinar si corresponde aplicarle o no la pena de muerte. Así procede el general Lorio, en Campo de Mayo y constituye un Consejo de Guerra que decide absolver a los sublevados. Pero el ministro Osorio Arana le comunica a Lorio que los fusilamientos han sido decididos por el Poder Ejecutivo. Algo semejante ocurre en la Escuela de Mecánica del Ejército, en Avellaneda y en Palermo. Ante el pedido de hacer cumplir las sentencias de absolución, Aramburu—quien ha regresado a las 13 y 45 del 10 de junio— da la orden de decir la siguiente consigna: "El Presidente duerme".

En los basurales, en José León Súarez se repite la orden de fusilar sin juicio o sumario alguno a los civiles detenidos: las víctimas son dos obreros ferroviarios, un obrero portuario, un empleado de comercio y un muchachito de 21 años. La barbarie de las ejecuciones al margen de la ley emparenta esa tragedia del 56 con la matanza que siguió a marzo de 1976.

Los fusilados

MILITARES
Gral. de División JUAN JOSE VALLE
Coronel RICARDO SANTIAGO IBAZETA
Coronel ALCIBIADES EDUARDO CORTINES
Coronel JOSE ALBINO IRIGOYEN

Tte. Coronel OSCAR LORENZO COGORNO
Capitán ELOY LUIS CARO
Capitán DARDO NESTOR CANO
Capitán JORGE MIGUEL COSTALES
Tte. Primero JORGE LEOPOLDO NORIEGA
Tte. Primero NESTOR MARCEL OVIDELA
Subteniente ALBERTO JUAN ABADIE
Suboficial Ppal. MIGUEL ANGEL PAOLINI
Suboficial Ppal. ERNESTO GARECCA
Sargento Ayte. LUIS PUGNETTI
Sargento HUGO ELADIO QUIROGA
Sargento LUIS BAGNETTI
Cabo MIGUEL JOSE RODRIGUEZ
Cabo Músico LUCIANO ISAIAS ROJAS

CIVILES
CLEMENTE BRAULIO ROSS
NORBERTO ROSS
OSVALDO ALBERTO ALBEDRO
DANTE HIPOLITO LUGO
ALDO EMIR JOFRE
MIGUEL ANGEL MAURIÑO
ROLANDO ZANETTA
RAMON RAULVIDELA
CARLOS IRIGOYEN
CARLOS ALBERTO LIZASO
NICOLAS CARRANZA
FRANCISCO GARIBOTTI
MARIO BRION
VICENTE RODRIGUEZ