Otros breves

Buscar

  • BUSCAR

Convocados por la CTA y Ctera, a media mañana del lunes se congregaron en la plaza central, olavarrienses de los más variados orígenes para pedir por justicia frente al crimen de Fuentealba y contra la violencia institucional. Docentes, jubilados, obreros fabriles, inspectores educativos, camioneros, choferes de colectivos, dirigentes sindicales y políticos: la izquierda (MST y PO), el radicalismo, los bloques curista, Primero Olavarría y PJ conformando el acto más heterogéneo que se haya visto en años en la ciudad.

Entre 1.600 y 1.800 personas se movilizaron en una de las marchas más importantes de las últimas décadas en Olavarría. El crimen del profesor neuquino conmovió profundamente a todo el país y, a la misma hora, miles de personas salieron a la calle en cada provincia, en cada ciudad.

A las diez y media, hora de la convocatoria, varios centenares cubrían una de las puntas de la plaza. Los gremios adheridos a CGT también participaron de la marcha que nucleo a trabajadores de Seguridad, Choferes de Camiones, Sanidad, ceramistas, Centro Empleados de Comercio, municipales, Asociación de Periodistas, la Federación de Educadores Bonaerense, Gráficos y todo un abanico gremial que abolió las diferencias y se plegó a la convocatoria de la CTA.

Secretaria de Prensa, CTA Regional Olavaria

Las historias que marchan

Por Silvana Melo, del Diario El Popular de Olavaria.

Justo frente al Palacio San Martín ella, con un bastón y cubierta de un tapado rojo, miraba. Después se sumó a la caminata y llegó al final, como pudo. Estaba porque "soy docente jubilada y es un atropello lo que han hecho. Lo he visto todo por televisión y me ha partido el alma". Se llama Amelia y tiene 84 años.

Casi en el punto diagonal, el director técnico del seleccionado nacional de básquetbol, Sergio Hernández, saludaba a muchos y esperaba el momento de marchar. "Estar es una cuestión de solidaridad y de cansancio de todas estas cosas. El hombre que llevó a la ciudad a lo más alto en el deporte nacional se quejó de que "se confunde lo urgente con lo trascendental y se deja más contentos a los que tienen más poder, se los deja ganar más dinero, pero hay una parte del país demorado y desatendido".

Unos pasos adelante, Araceli Labat, docente de Ingeniería, sintió que no estaba dispuesta al silencio frente a "una represión absolutamente intolerable". Como sostén de la bandera grande de Suteba, Graciela sintió que "es nuestro deber como docentes estar aquí en apoyo del compañero fallecido; hoy no nos toca, pero podía haber sido cualquiera de nosotros: reclamar es un derecho justo".

Rosana, a su lado, recalcó que "hoy tendríamos que estar todos presentes, es un momento muy importante para todos, para defender los derechos en paz. Carlos tenía todas las virtudes como persona y como docente". Y Carolina: "Me parece horroroso esto en plena democracia". Las tres son docentes del nivel primario.

El decano de la Facultad de Ingeniería, Fabián Irassar, formó parte de una nutrida delegación de esa casa de estudios. "Es muy importante que todos los sectores se manifiesten para repudiar este tipo de agresiones que llevan a la muerte y más porque se habla del futuro del país. Nuestra facultad ha cerrado sus puertas totalmente y en el día de hoy no hay ninguna actividad”
Beatriz iba de guardapolvo a cuadritos azules y blancos. "Soy docente de Inicial y EPB. Y hay que defender la democracia, no se puede permitir más represión", dijo. Mónica Cohendoz, directora de la carrera de Comunicación Social, fue clara: "Lo que vimos fue un fusilamiento. La violencia del estado no puede reprimir a los trabajadores nunca más. La violencia de estado no puede seguir operando pensando que el enemigo es el pueblo. El enemigo son los poderes que hambrean al pueblo. Eso es lo que hay que reprimir". A su lado caminaba la profesora Teresa Sanseau, quien sentía una enorme impotencia. "Parecería que los docentes no somos trabajadores comunes y no tenemos derecho a protestar.

Mirta Barraza es portera y caminaba bajo la bandera verde de ATE. "Vamos haciendo la caminata al compañero de Neuquén en repudio de su asesinato", dijo. Unos pasos más adelante, Graciela Olivera, directora de la Escuela Nº 52. "Es algo terrible que nos toca a todos y todos podemos ser Carlos Fuentealba", dijo. "Retrocedimos tantos años que por luchar por nuestros derechos tenemos que lamentar una vida de un compañero docente", agregó Josefina, también con su uniforme blanco.

Cristina Sabbatini es productora agropecuaria y estuvo "porque lo poco o mucho que sé se lo debo a mis docentes. Hoy son los docentes, mañana serán los productores agropecuarios, los periodistas... antes de que sea tarde, estoy aquí".

Ricardo Moreno, ex combatiente de Malvinas, salía de fábrica a las 5 de la mañana. "Pero me levanté y vine", dijo con los ojos rojos. "No podía estar ausente".
La presidenta y la vice del Consejo Escolar, Susana Bustamante y Silvia Adala, siguieron toda la marcha. La inspectora Araceli Alves sintió que "no sólo como autoridad, sino como docente debía acompañar y solidarizarme; este extremo, de perder una vida, por un reclamo justo es muy peligroso". La directora y la vice del Colegio Libertas cerraron las puertas y fueron a la plaza. "Nos adherimos a la jornada de duelo y lamentamos profundamente lo que pasó", dijeron. Ana Alloggia, profesora de Matemática que lucha por su jubilación, susurró que "es tremendo lo que pasó". Y Nora Ottaviano, bibliotecaria, consideró que "es la marcha más grande que se ha hecho en esta ciudad tan indiferente. Estamos cansados de la represión. Y de sufrir la condena social que sufrimos los docentes".

Después de recorrer casi 10 cuadras la marcha se detuvo frente al palacio San Martín, Rosana Cassataro (APDH) y Mirta Millán (comunidad mapuche Pillán Manqué) hablaron de lo que se sentía unánimemente. El respeto a los derechos humanos y a la vida.

Luego el Secretario General de la CTA, trajo al recuerdo a otros muertos emblemáticos como Teresa Rodríguez (en el mismo mes, en la misma provincia, por la misma lucha), Kosteki y Santillán, y Víctor Choque. Alex Hiese recalcaba que "no hay más cabida para la violencia ni para la represión a los trabajadores. Ni para la violencia de los chicos con hambre y del abandono a su suerte de nuestros viejos". Hubo un minuto ininterrumpido y estremecedor de aplausos. Hubo un Himno Nacional que Hiese comenzó a capella y lo siguieron todos, muchos con las manos entrelazadas. Hubo una sensación muy fuerte de que un límite fatal había sido sobrepasado. Y de que este abril, 9, es una bisagra.