Para la defensa del genocida Omar Riveros la tortura es discutible. En la primera audiencia luego de una prolongada suspensión del juicio por el asesinato de Floreal “Negrito” Avellaneda y el secuestro y torturas de su madre, Iris Pereyra, los defensores oficiales del general retirado, que también representan a los demás represores imputados, plantearon que “enviarlos a prisión es llevarlos a la muerte”. Y le pidieron al tribunal que a la hora de la sentencia, que podría producirse la segunda semana de agosto, tenga en cuenta la edad de los acusados, su estado de salud, el tiempo transcurrido sin juicio y “su accionar en una gesta patriótica, como dijo el Estado que los educó, los adoctrinó y ahora los juzga”.

“El problema sobre la tortura es complejo”, afirmó el defensor Carlos Palermo al comenzar su justificación de este delito aberrante, en la que apeló a palabras del jurista Günter Jakobs. Este especialista alemán en teoría del derecho en una reciente entrevista había mencionado la posibilidad de “conminar de manera enérgica” a un sujeto cómplice de un delito para que confiese, como en el caso del secuestro del hijo de un banquero alemán en el que un policía torturó a una persona que permitió salvarlo pero fue condenado por hacerlo. Los abogados querellantes precisaron que Palermo olvidó que en el caso Avellaneda los torturadores siempre supieron el paradero del niño secuestrado porque “lo tenían ellos y lo torturaron ellos”.

El defensor había comenzado su alegato con una larga lista de “no está probado que...” haya algún integrante de la familia Avellaneda estuviese afiliado al Partido Comunista, que Floreal e Iris Avellaneda hayan estado detenidos en Campo de Mayo, que hayan sido torturados, que el cuerpo haya sido el de Floreal. Sostuvo que la identificación del cadáver mediante las huellas dactiloscópicas es insuficiente, y se preguntó si habría sido desidia de la Justicia o desinterés de la familia no haber recurrido a las fotos del rostro del joven para su reconocimiento. En esa línea de razonamiento llegó a negar que Floreal haya sido empalado y que la aparición del cadáver mutilado y atado de pies y manos pudo deberse a un “accidente”.

Palermo y Marcelo Galleta completaron la primera parte del alegato de defensa de Riveros, Fernando Ezequiel Verplätsen, Jorge García, Antonio Fragni y Raúl Harsich que había iniciado Juan Carlos Tripaldi antes de la feria judicial. Ayer estos defensores oficiales cuestionaron el testimonio del cabo Víctor Ibáñez, que declaró haber visto al Negrito en Campo de Mayo, al decir que no tenía forma de relacionar el nombre que vio en una lista con la cara del chico, a quien además habría visto con capucha. También afirmaron que es inverosímil que un cabo talabartero como Ibáñez haya tenido acceso a una lista secreta, y pidieron que sea indagado por falso testimonio. En defensa de Verplätsen dijeron que padece de una enfermedad mental diagnosticada como “disfunción y trastorno psicogénico”, y si bien tres peritos coincidieron en que está en condiciones de psíquicas de enfrentar el juicio, pidieron que se suspenda el proceso respecto de este represor.

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