Posteriormente a la matanza de ciudadanos (mas de 350 muertos y 2000 heridos) por el bombardeo a Plaza de Mayo en 1955, nace la revolucion fusiladora.

(Por Pablo Masciangelo-CTA Buenos Aires) -No hacia un año que las multinacionales, la oligarquía terrateniente, parte de la iglesia, parte de las fuerzas armadas, habían dado un golpe de estado contra la democracia y la justicia social encarnada en el gobierno peronista, y hacia un año del bombardeo a Plaza de Mayo por parte de ”la marina“ al servicio de las multinacionales, es en ese contexto que el peronismo realiza su primera acción seria de retomar el poder, por medio de una sublevación militar con el acompañamiento activa de parte de la militancia que se mantenía organizada.

El 9 de junio se produce la sublevación, la proclama firmada por el general Juan Jose Valle denunciaba la "cruda y despiadada tiranía" que quería “retrotraer el país al mas crudo coloniaje, mediante la entrega al capitalismo internacional de los resortes fundamentales de la economía”,y se convocaba a volver a gobernar para los trabajadores, a volver a ser felices.

Los militares y civiles sublevados son ejecutados entre el 10 y el 12 de junio, el General Valle se declara jefe de la sublevación, y a pesar del pedido de clemencia por parte de la familia ante el presidente de facto Aramburu, fue fusilado luego que este mandara a contestar “el presidente duerme”.

De esta manera Aramburu y Rojas (vice de facto) inauguran el terrorismo de estado que sufriría el pueblo argentino con mayor dureza a partir de 1976.

Entre los civiles sobrevivientes Julio Troxler, coherente con su militancia, participa activamente en la provincia de Buenos Aires durante la presidencia de Hector Campora. Paradójicamente, un sobreviviente de los fusilamientos de Jose León Suarez es fusilado en un gobierno democrático por la Triple A de López Rega Ministro de Bienestar Social.

EN HOMENAJE A TODOS ELLOS

El Presidente Duerme...

Por José Gobello

- La noche yace muda como un ajusticiado,

Más allá del silencio nuevos silencios crecen,

Cien pupilas recelan las sombras de la sombra,

Velan las bayonetas y el presidente duerme.

- Muchachos ateridos desbrozan la maleza

Para que sea más duro el lecho de la muerte...

En sábanas de hilo, con piyama de seda

El presidente duerme.

- La luna se ha escondido de frío o de vergüenza,

Ya sobre los gatillos los dedos se estremecen,

Una esperanza absurda se aferra a los teléfonos,

Y el presidente duerme.

- El llanto se desató frente a las altas botas.

Calle mujer, no sea que el llanto lo despierte.

Sólo vengo a pedirle la vida de mi esposo.

¡El presidente duerme!

- Reflectores desgarran el seno de la noche,

El terraplén se apresto a sostener la muerte,

El pueblo se desvelo de angustia y de impotencia

Y el presidente duerme.

- De cara hacia la noche sin límites del campo,

Las manos a la espalda, se yerguen los valientes,

Los laureles se asombran en las selvas lejanas

Y el presidente duerme.

- Tras de las bocas mudas laten hondos clamores...

con su deber y que ninguno tiemble

De frío ni de miedo!

En una alcoba tibio

El presidente duerme.

- Viva la patria! Y luego los dedos temblorosos,

Un sargento que llora, soldados que obedecen,

Veinticuatro balazos horadando el silencio...

Y el presidente duerme.

- Acres rosas de sangre florecen en los pechos,

El rocío mitigo las heridas aleves,

Seis hombres caen de bruces sobre la tierra helada

Y el presidente duerme.

- Silencio! ¡Que ninguno levante una protesta!

¡Que cese todo llanto! ¡Que nadie se lamente!

Un silencio compacto se adueño de la noche.

Y el presidente duerme.

- ¡Oh, callan, callan todos! Callan los camaradas...

Callan los estadistas, los prelados, los jueces...

El Pueblo ensangrentado se trago las palabras

Y el presidente duerme.

- El Pueblo yace mudo como un ajusticiado,

Pero, bajo el silencio, nuevos rencores crecen.

Hay ojos desvelados que acechan en la sombra

Y el presidente duerme.

Los asesinatos de junio del 56 en el testimonio de un militante de la resistencia.

JULIO TROXLER

- Julio.¿como comenzó a desarrollarse la resistencia?

J. T. - La resistencia comenzó en forma espontánea, sin organización centralizada. Fue una acción tendiente a oponerse, por todos los medios, a quienes
detentaban el poder como consecuencia del golpe militar de septiembre de 1955. En cada lugar se emprendía la realización de panfletos, de pintadas y
también de acciones violentas, todo acorde con la característica de cada compañero, dispuesto a encarar una u otra tarea.
Era una forma de resistir a los usurpadores. No hubo tampoco conducción centralizada en ese momento, porque si bien es cierto que llegaron algunas cintas grabadas de Perón, éstas fueron difundidas en un ámbito muy reduci-
do y la resistencia fue mucho más allá de ese ámbito. Lo que la define es precisamente su espontaneidad. Fue algo instintivo, de defensa. La gente, en su
impotencia, sentía que había perdido algo, que se lo habían quitado por la fuerza. Estaba vivo, brutal, el recuerdo del 16 de Junio de 1955 y todos los hechos de barbarie entre los cuales el más inicuo fue el bombardeo indiscriminado del pueblo en Plaza de Mayo.

- ¿Quiere decir que la gente, se encontró sin otra experiencia que el bombardeo y los ametrallamientos del 16 de junio y el derrocamiento de un gobierno legítimo que sentía como suyo y que era suyo, o sea se encontró frente a la violencia del régimen y tuvo que emprender una acción defensiva sin nada preparado para llevarla a cabo?

J. T. - Así es, porque a pesar de la experiencia vivida en 16 de junio de 1955 no
fue tomado en cuenta en ningún momento. No hubo ningún plan a nivel gremial
o político para organizar la defensa. Nadie compartía la creencia de que iban a
darse males mayores. La gravedad de los sucesos del 55 nos debía haber advertido - yo estuve presente en el bombardeo de Plaza de Mayo- que estos asesinos,
uniformados y civiles, estaban dispuestos a cualquier cosa con tal de tener el poder. Más aún, los hechos del 55 indicaban fundamentalmente la voluntad de castigar y aterrorizar al pueblo con un baño de sangre.

- ¿Conocía a alguien que previese la dificultades de recuperar el poder?

J. T. - No, en aquella época no. El fervor era general. Se habían producido huelgas muy importantes, casi totales. Todo estaba paralizado, y los tanques y el ejército en la calle, de manera que no se pensó en eso. El peronismo había demostrado gran fuerza como movimiento social, como movimiento obrero. Las huelgas eran verdaderamente aguerridas. En general la mayoría ni se imaginaba lo
que venía. Parece que uno de los pocos esclarecidos era Cooke.

- ¿El general Valle pensó que la revolución triunfaría facilmente?

J. T. - Sí, pensaba inclusive que había que evitar todo tipo de violencia, de desmanes, y sencillamente llevar la gente a Plaza de Mayo, para que, triunfante la
revolución, se reclamara la presencia de Perón en el país. El general Valle dio
instrucción de movilizar a los compañeros que en gran cantidad teníamos organizados para concurrir a Plaza de Mayo. La revolución iba a ser poderosa. Creíamos, por otra parte, que Aramburu y Rojas no resistirían. Fundamentalmente sabíamos que no eran ejemplos de valor: habían llegado al poder como consecuencia de una asonada vergonzosa. Los que pelearon fueron otros. Si recordamos
fue Lonardi el hombre que afrontó los riesgos y los demás jugaron desde afuera
de la cancha.

- ¿Se intentaría un nuevo 17 de Octubre?

J. T. - Exacto. Se buscaba producir un hecho de signo revolucionario peronista. La
participación popular se iniciaba desde el vamos, ya con la concurrencia a Plaza
de Mayo y con las distintas actividades enumeradas. El levantamiento fue mucho más grande y serio de lo que el propio régimen nos lo hizo creer. No fue, como se dijo, una cosa de locos, de tres tipos en desacuerdo...

- También la interpretación tradicional del 45, la de los historiadores y cronistas contrarios
a la causa popular, tiene la característica de presentar los hechos reduciéndolos a una serie
de coincidencias donde la actuación del pueblo no habría sido protagónica.

J. T.- Claro, y en esta oportunidad había miles y miles comprometidos en todo el
país para participar activamente: por ejemplo, cortar la luz, interrumpir determinados servicios, entre ellos los ferrocarriles eléctricos , ocupar la zona del puerto,
etc. O sea que estaba el pueblo. Lo que falló de inmediato fue la parte militar. Tan
es así que se limitó a valientes levantamientos en La Plata y en La Pampa, levantamientos por demás precarios. De manera que lo demás no se pudo poner de manifiesto cabalmente, porque al no salir la parte más grande del ejército, menos podían
hacerlo los civiles, que son una fuerza desarmada y por tanto secundaria en un movimiento de esta naturaleza.

- Sin embargo el enemigo aplicó el terror sobre el pueblo desarmado.

J. T. - Exacto, y eso lo pudimos comprobar en carne propia. Cuando nos detuvieron en el año 1956 nosotros pensamos que podíamos estar unos días detenidos y
que nos largarían después, pues lo que habíamos hecho no revestía gravedad:
organizar una marcha hacia Plaza de Mayo para pedir la vuelta de Perón no podía significar una pena de muerte. Sin embargo era necesario hacer correr sangre
de nuevo - como en el 55-, demostrar cuál era el procedimiento que iban a adoptar ante todo tipo de reacción. La gravedad del papel desempeñado por la oligar-
quía y la antipatria sólo se iba a comprender con los asesinatos en los basurales
de León Suárez, con las torturas y la cárcel, vinculándolos con el anterior bombardeo a Plaza de Mayo. Era el odio al pueblo manifiesto abiertamente.

- ¿Como fue la detención?

J. T. - La efectuó el coronel Desiderio Fernández Suárez, quien se llevó a toda la gente de la casa de Florida con un colectivo de la línea 19. Mientras tanto Benavídez y yó estábamos recorriendo los grupos que teníamos en la calle. De modo
que nuestra detención fue posterior a la de los restantes compañeros. No vimos cuando Suárez golpeó a Gavino; eso nos lo contaron después los compañeros.

- ¿Dónde se encontraron con Gavino y los demás?

J. T. - En la Unidad Regional de San Martín, luego de pasar por la comisaría 2º de
Florida; a ellos en cambio los llevaron directamente a San Martín. Es decir, que a
Fernández Suárez no lo conocí hasta el año 57, cuando me picanearon

- ¿Cuándo supieron que iban a ser fusilados?

J. T. - Creo que el calificativo de fusilamiento está mal aplicado, porque se trató de
un vulgar asesinato. No hubo siquiera un juicio sumarísimo ni una notificación.
Se nos transportó a un lugar - a los basurales de José León Suárez- y de pronto comenzaron a tirar sobre los compañeros. Nadie sabía nada de nada y de repente al-
gunos encontraron que tenían un tiro encima. Eso es lo que después dieron a llamar fusilamientos. Yo creía que simplemente nos trasladaban de un lugar a otro.
Pensé que nos llevaban a San Isidro, tal vez al Hipódromo porque habría gran
cantidad de detenidos...Pero de ninguna manera que nos iban a matar. Ni remotamente.

- No lo pensaban antes ni les dieron oportunidad de pensarlo después, porque se enteraron
de que los policías tenían orden de matarlos cuando ya estaban tirando...

J. T. - Así fué.

- ¿Qué tipo de interrogatorio les hicieron?

J. T. - Un interrogatorio elemental, pacífico, como para llenar una formalidad y
cubrir los requisitos legales. (Al principio parece que había dudas, luego, cuando confirmaron el fracaso del golpe, vino la orden de los asesinatos). El código
señala la obligación de notificarle a uno porqué se encuentra detenido y de qué
se lo acusa, pero a nosotros ni siquiera se nos tomó la declaración como imputados.

- ¿Cuáles fueron los acontecimientos en la Unidad Regional de San Martín?¿Reconoció
a alguien de la policía que hubiera trabajado con usted?

J. T. - Sí, un compañero que había tenido un grado más que yo en la Policía fue
quien me tomó declaración. Buen compañero ese, pero ahi estaba subordinado a los militares, que entraban y salían. Habían estado en cabildeos hasta que
al fin llegó la orden que nosotros íbamos a conocer en la forma que conté. De allí nos sacaron en un camión de asalto de la Policía. Detrás vanía una camioneta.

- ¿Por qué creés que nos les tiraron en la propia regional?

J. T. -Pienso que en la propia regional tendría más gravedad para ellos.Se trataba
de una zona poblada; se oirían los disparos y después tendrían que sacar los
muertos. Posiblemente se nos pretendía matar allá en los basurales y dejarnos tirados para después negar toda detención. Porque cuando conseguí llegar hasta
casa y le pedí a mi padre que fuera a la comisaría 2º de Vicente López a preguntar por mí le dijeron que no sabían nada, que yo no había estado detenido en ese
lugar. Y en la Unidad Regional San Martin tembién le dijeron lo mismo. Aparentemente se pretendía negar la autoría se esos hechos, tal como se hizo después:
desaparece gente y nadie se la llevó, aparecen muertos y nadie los mató.

- Sin embargo a los militares los mataron en la Penitenciaría o en el Regimiento

J. T. - Para entender todo esto hay que ponerse en el lugar de un tipo que estuvo
en la Policía toda su vida, a quien le dan orden de fusilar a un grupo de detenidos.
Qué sabe de esas cosas, qué complicación, qué compromiso. Matar así a sangre
fría, sabiendo perfectamente que es una monstruosidad, una injusticia. Evidentemente hubo en lo que se hizo una torpeza brutal, ninguna especie de planificación.
De ahí el resultado conocido: que la mayoría se escapó. Los condenados éramos
once y resultaron cuatro los muertos y un herido.

- ¿Con qué les tiraron?

J. T. - Carabinas, pistolas cuarenta y cinco; no sé si había ametralladoras. Posiblemente trajeran alguna en la camioneta. Pero en un momento disparan tantas armas que no sé si dispararon ametralladoras o nó. Ni sé a quién le tiraban tanto.

- ¿Cuando los hicieron bajar se dieron cuenta de que los iban a matar?

J.T.- No. Aunque yo no bajé. Dijeron "bajen seis" o algo así. Y bueno, obedecieron
otros y yo me quedé arriba. Ya no me gustaba el asunto. Pensé que era mejor quedarse arriba; sobre todo porque tenía dos vigilantes al lado.

- ¿Esos vigilantes eran conocidos?

J. T. - No, pero en determinado momento es mejor tenerlos al lado por la posibilidad de arrebatar un arma. Es una posición mejor que la de los de abajo, todos alineados en el campo, ubicados.

- ¿Los veía a los demás?

J. T. -No. Veía en cambio a la camioneta que venía atrás y cuando bajaron tenía los
faros prendidos alumbrando hacia ellos. Yo quería ver y agarré la loneta de ese lado para apartarla pero el vigilante me dijo: "No, no". "¿Qué pasa?", pregunté. "Na-
da, nada", contestó. Medio temblaba el vigilante. Y se oyó una voz de abajo: "¡No,
no! ¡Cómo van a hacer eso!". Y en seguida el primer disparo. Luego todo se sucedió
muy rápidamente. Yo agarro los dos cañones de las carabinas que tienen los vigilantes a mi lado. Ahí empieza un forcejeo. Otro vigilante que está al frente hace un
disparo que le pega a Mario Brion en el pecho. Mario Brion se agarra el pecho y no
se mueve más. Murió en el acto. Estaba un asiento más adelante; en lugar de pegarme a mí el disparo lo alcanzó a él. Inmediatamente empujo con violencia a los dos
vigilantes que caen contra la loneta. No les podía arrebatar una de las dos carabinas. Además no las podía soltar. Pero igual me largo del otro lado. Se había tirado
Benavídez en ese momento, que estaba expectante viendo lo que hacía yo. Era una
noche sin luna. En cuanto me largo del camión hago un cuerpo a tierra y se produjo una descarga, la primera descarga de los vigilantes hacia mí. Una bala me rozó
la oreja derecha. No sabía si me había pegado o no. Un estampido bárbaro en la oreja y el zumbido de la bala. Así hice luego otro cuerpo a tierra y ya en la oscuridad
me perdí. Evidentemente los policías que estaban abajo y tenían la tarea de matar
a los demás compañeros se dieron vuelta al oir esos disparos detrás de ellos, circunstancia que aprovechó la mayoría para escaparse. Eso le salvó la vida a varios.
Precisamente ese incidente en el carro de asalto fue el que brindó la posibilidad
de que se salvaran tantos. Si no, nos hubieran matado como corderos.

- ¿La policía sabía a quienes llevaba a matar?

J. T. -No sé, porque los vigilantes no querían hablar. Seguramente tenían órdenes
en ese sentido. Por otra parte nosotros íbamos sin sospechar nada. Hasta qué punto
era así que pocos metros antes de llegar al lugar donde se produjeron los hechos
se descompuso el chofer y dijo: "¿Hay alguien que sepa manejar?". Y Benavídez
le contestó: "Yo". Y Díaz estaba roncando al lado mío. Por dónde bajó Díaz no sé,
de pronto desapareció. Yo lo tenía al lado a él y de repente lo encuentro a Pedrito
Lizaso. No sé en qué momento se tiró. Pero en el camión roncaba. Yo quería comunicarme con alguien y no podía.

- ¿A qué atribuye la detención del núcleo de Florida?

J. T. - Al parecer alguno de los integrantes del grupo hizo lo que muchos: habló
demasiado. No sé como se enteró que el general Tanco participaba del movimieto; tal vez comentó por ahí que el general Tanco iba a concurrir a nuestro grupo.

- ¿Le preguntaron por el general?

J. T. - A mí no. Al que le preguntaron fue a Gavino. El coronel Fernández Suárez
lo golpeó,le puso la pistola en la boca preguntándole por Tanco. Gavino sabía
tanto de Tanco como yo...

- ¿Quiere decir que la detención derivó de una imprudencia y no de que hubiera infiltrados?

J. T.- Bueno, el grupo cometió el error de llevar gente no completamente confiable. Benavídez y yo dejamos a los compañeros en la calle, en bares, distribuidos
aquí y allá. Otros llevaron gente que nunca habíamos visto. De ahí pudo haber
salido la infidencia, por supuesto.

- ¿Los gorilas eligieron ese grupo al azar para asesinarlo?

J.T.- Exactamente. Desvirtuado lo del general Tanco, que allí no estaba y de
quien nadie sabía nada, se ordenó lisa y llanamente el asesinato en masa.
Era un grupo al que se le aplicaba el terror para que el resto de la población
dijera: "Lo que les pasó a ellos nos puede pasar a nosotros si nos metemos".
En suma, un escarmiento criminal, cruel y sangriento amparado en la impunidad de la fuerza.

- ¿Lo hizo dudar de la fuerza de la causa el hecho de que no se produjese una reacción
masiva inmediata?

J. T.- Sólo algunas veces me sentí un poco decepcionado: no obstante en el
56 se realizó la Marcha del Silencio por los asesinatos. Yo no estaba en el
país, pero sé que la concurrencia fue de miles. El hecho posterior más saliente y que me provocó gran alegría fue el Cordobazo; ahí quedó demostrado
bien palpablemente que el pueblo no se mantiene retraído. Cuando se le
presenta una oportunidad de ganar la calle sale a pelear. Y eso no se limitó a Córdoba, sino que se repitió en Tucumán, en Salta, en Cipolletti, en
Rosario, en Mendoza, lo cual nos demuestra que en el momento necesario
la población va a participar activamente en el proceso revolucionario. La
extensión del proceso, manteniendo la línea, facilita una profundización
de la conciencia de la clase trabajadora peronista. Se recogen las experiencias derivadas de haber probado unas cuantas formas de lucha y se las aplica en el camino de la reconquista del poder.

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