Rechazando cualquier forma de violencia que obstaculice los procesos de negociación hacia el establecimiento de dos Estados que convivan pacíficamente, exigiendo el inmediato alto el fuego. Reafirmando nuestro apoyo al pueblo palestino en su búsqueda de justicia y paz.
Históricamente, el conflicto ha causado sufrimiento y pérdida de vidas, afectando a comunidades enteras. En este sentido, la CTA-T reafirma su compromiso con la defensa de los derechos humanos, condenando cualquier forma de violencia y abogando por el diálogo como la vía para resolver disputas internacionales.
La solidaridad con el pueblo palestino se manifiesta en nuestra firme posición contra la ocupación y la violencia que impacta negativamente en sus condiciones de vida. Abogamos por el reconocimiento mutuo y la coexistencia pacífica entre Palestina e Israel, respaldando iniciativas que promuevan la justicia y la igualdad.
Asimismo, es necesario hacer hincapié en la necesidad de liberar a los rehenes israelíes en la Franja de Gaza por razones humanitarias y como un gesto hacia la construcción de la paz y la confianza entre las partes. Esta acción no solo contribuirá a aliviar el sufrimiento de las personas afectadas, sino que también sentará las bases para avanzar hacia una solución justa y duradera al conflicto.
Hacemos un llamado a la comunidad internacional para que intensifique sus esfuerzos en la búsqueda de una solución pacífica y duradera al conflicto, respaldando los derechos humanos y la autodeterminación del pueblo palestino.
La Nakba nunca terminó. A 76 años de la catástrofe que ha destinado a nuestro pueblo a décadas de masacres, la violación sistemática de derechos humanos, el cometimiento de crímenes de guerra y lesa humanidad y más de 220 días de genocidio contra nuestra población en la Franja de Gaza, reclamamos por justicia y nuestra liberación e independencia, hoy más que nunca. Palestina permanecerá y la ocupación desaparecerá.
Cada 15 de mayo las palestinas y palestinos conmemoramos un hecho histórico que ha significado por 76 años la tragedia de nuestro pueblo. La Nakba, término que en el idioma árabe significa “catástrofe”, “tragedia”, constituye la violación sistemática de los derechos humanos, las leyes internacionales, el desconocimiento de los organismos multilaterales y la estrategia sostenida de la fuerza ocupante; la cual, valiéndose de métodos propios imperiales que han existido por siglos en el mundo, ejecuta la colonización por implantación de población para desterrar, invisibilizar y en muchos casos eliminar física y simbólicamente a las y a los palestinos. El 15 de mayo de 1948 inició la expulsión de las y los palestinos de su territorio; hoy, esta lógica sigue intacta.
La Resolución 181 planteada el 29 de noviembre de 1947 en la ONU marcó una nueva etapa de hostigamiento contra el pueblo palestino y formó parte de un eslabón esencial por el colonialismo en Palestina esbozado ya maliciosamente en la inefable Declaración Balfour, la cual estableció parte de las bases ideológicas para desterrar a las y a los palestinos de su lugar de origen. Señaló Balfour, quien cumplía funciones en 1917 como ministro de relaciones exteriores del Imperio Británico lo siguiente:
“El Gobierno de Su Majestad contempla con beneplácito el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, entendiéndose claramente que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y el estatus político de los judíos en cualquier otro país” (02 de noviembre de 1917). Sobre este punto en el portal de noticias Telesur se resumen parte de los argumentos que enmarcaron esta Declaración; al respecto señala lo siguiente:
“El 2 de noviembre de 1917 el Gobierno británico aprobó la Declaración de Balfour (nombrada así por el entonces ministro de Exteriores británico, Arthur Balfour). Se trató del primer documento oficial en el que Reino Unido se comprometió a respaldar la creación de «un hogar nacional judío» en Palestina, cuya población era mayoritariamente árabe antes de 1948. Cien mil inmigrantes israelíes llegaron en los siguientes años tras la Declaración de Balfour. Luego de la derrota del Imperio Otomano en la I Guerra Mundial (1914 – 1918), este documento fue respaldado por las potencias aliadas e incluido en 1922 por la Liga de las Naciones (organismo que antecedió a la ONU) en el Mandato Británico sobre Palestina”.
La Resolución 181 fue sentenciada en la ONU a espaldas de los derechos soberanos de Palestina, contó con 33 votos a favor, 13 en contra y 10 abstenciones, y se promulgó -en el marco de las consecuencias de la II Guerra Mundial- a favor de la creación de un estado judío en Palestina. Desvirtuado por los hechos quedó el objetivo de resarcir a una población con determinada preferencia religiosa y que fue víctima de genocidio (no perpetrado por Palestina) durante la II Guerra Mundial, al convertirse la Resolución 181 en una coartada “legal” para consumar lo que el mismo historiador y reconocido intelectual israelí Ilan Pappe ha denunciado como “la limpieza étnica en Palestina”. En declaraciones ofrecidas en el año 2013 al periódico El Mundo, este historiador hace énfasis en los siguientes aspectos que permiten esclarecer lo que de manera tendenciosa oculta la propaganda sionista:
“Para Ilan Pappé, historiador israelí y profesor en la Universidad de Exeter (Reino Unido), la Nakba es la raíz de todo el conflicto palestino-israelí y por eso un proceso de paz que no encare lo que ocurrió en 1948 no solucionará el conflicto. Pappé sostiene que lo que ocurrió entonces fue una limpieza étnica y así lo ha reflejado en investigaciones que han dado lugar a libros como ‘Una historia de la Palestina moderna’ o ‘La limpieza étnica en Palestina’. «Israel no quiere reconocer que lo que hizo en 1948 fue limpieza étnica porque eso constituiría una duda moral sobre su legitimidad», señala a ELMUNDO.es durante una entrevista en Madrid, horas antes de pronunciar una conferencia en Casa Árabe. «Supone un serio problema crear un Estado expulsando a la mayoría de su población nativa. Por eso, Israel teme abrir esta cuestión moral», señala.
Algunas estadísticas expuestas por fuentes ajenas al Estado Palestino como el portal de noticias alemán www.dw.com, incluso resaltan lo que significó reforzar la lógica colonialista en territorio palestino, amparándose en organismos como la ONU que para el momento de la firma de la Resolución 181 apenas daba sus primeros pasos como institución:
“Un enorme número de personas debió abandonar sus casas ubicadas en barrios ahora controlados por las fuerzas israelíes. Alrededor de 530 aldeas fueron destruidas deliberadamente, tras una cuidadosa planificación, con el único fin de impedir que los palestinos tuvieran chances de sobrevivir en ellas. En ciudades como Tel Aviv, Jaffa, Haifa y Jerusalén apenas quedaron árabes. Tanto en el campo como en la ciudad, los colonos judíos se apropiaron de las pertenencias de los desplazados”
Señala además este medio en nota publicada el 13 de mayo de 2018 lo siguiente:
“»750.000 personas perdieron con la fundación de Israel sus bienes y propiedades. Esa fue la cantidad que la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA, por sus siglas en inglés) registró desde que comenzó su trabajo, en 1950″, escribió la experta en Medio Oriente Marlène Schnieper en su libro «Nakba. Las heridas abiertas».
La Nakba continúa, la deuda moral con los palestinos se ha convertido en un imperativo categórico para la mayoría de los países del mundo. El rostro de los actores que por décadas han pretendido silenciar o aniquilar al pueblo palestino ha cambiado y su lógica está intacta; sin embargo, contrario a lo expresado por la sionista Golda Meir, quien enfatizó lo siguiente refiriéndose a Palestina, que “los ancianos morirán y los jóvenes olvidarán”, el pueblo palestino, con sus distintas dinámicas sociales que éste converge, resiste, no olvida, se vitaliza cada día más en sus niños y jóvenes, quienes enarbolan la bandera de su pueblo al clamor unísono de la consigna de vida ¡Venceremos!.